martes, 29 de abril de 2014

Integridad 2

Dios levanta a un obrero, y luego lo usa para hacer una obra. No importa cuál sea el tipo de ministerio que Dios nos da, nunca podemos darles a otros lo que nosotros mismos no tenemos. Ignorar el carácter es abandonar el fundamento del ministerio.

Esto explica por qué Dios pasa tanto tiempo con sus siervos. Le tomó 13 años preparar a José para que éste se convirtiera en el segundo al mando en Egipto. Invirtió 80 años en preparar a Moisés. Incluso el docto Saulo de Tarso tuvo que pasar tres años haciendo un estudio de posgrado en Arabia antes de que Dios lo lanzara como el apóstol Pablo. Las biografías y autobiografías de grandes hombres y mujeres cristianos revelan que Dios primero forma el carácter cristiano en sus siervos, y luego construye un minis-terio a través de ellos.

Sin el carácter, el ministerio es sólo una actividad religiosa o, aún peor, un negocio religioso. Los fariseos llamaban ministerio a lo que hacían, pero Jesús lo llamó hipocresía. El sabía que los fariseos estaban más preocupados por su reputación que por su carácter, que les interesaban más las alabanzas de los hombres que la aprobación de Dios.

Una vez, alguien le preguntó al financista J.P. Morgan cuál era la mejor garantía que un cliente le podía dar. La respuesta de Morgan fue: «el carácter».

Eso me recuerda a otro Morgan: G. Campbell Morgan estaba pasean-do con D.L. Moody en Northfield, cuando de repente, Moody le preguntó: «¿Qué es pues, el carácter?»

Morgan sabía que el evangelista quería responder a su propia pregunta, así que esperó. «El carácter», dijo Moody, «es lo que un hombre es en la oscuridad».

Cuando el famoso predicador inglés Charles Spurgeon recibió la noticia de que alguien quería escri-bir un libro sobre su vida, contestó: «Pueden escribir mi historia en el cielo, no tengo nada que ocultar».

Tal vez la palabra clave sea integridad. Jesús nos advirtió que no podemos servir a dos señores, y Santiago lo corroboró al escribir: «El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos» (1.8). Lo opuesto a integridad es duplicidad: «La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú» (Gn 27.22b). Nadie puede ministrar y fingir exitosamente al mismo tiempo, al menos no por mucho tiempo. No existe una reputación lo suficientemente grande como para sustituir al carácter.

No hay comentarios:

Publicar un comentario