domingo, 30 de noviembre de 2014

El mito del libre albedrío

Casi todo el mundo dice creer en el "libre albedrío". Pero ¿se sabe qué quiere decir eso? Parece que existe bastante superstición en cuanto a ese tema. Se considera que el albedrío es un gran poder del alma humana, que tiene completa libertad para dirigir nuestras vidas. ¿En qué consiste esa supuesta libertad? 

El mito de la libertad circunstancial

Nadie niega que el ser humano tenga albedrío, es decir, la facultad de escoger lo que quiera decir, hacer y pensar. Pero vale la pena reflexionar sobre la miserable debilidad de ese albedrío, pues aunque una persona tenga la capacidad de tomar una decisión, no tiene la aptitud de llevarla a cabo. El albedrío puede trazar un modo de proceder, pero no tiene poder para ejecutar sus intenciones. 

Según una conocida historia bíblica, los hermanos de José lo aborrecían y vendieron como esclavo. Pero Dios se valió de su acción para hacer de José el gobernante sobre ellos. Con sus hechos, se propusieron hacer daño a José, pero Dios dirigió los hechos para el bien de José. "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien" (Génesis 50: 20).

¿Acaso no es cierto que muchas de nuestras decisiones fracasan penosamente? Por ejemplo, un individuo decide hacerse millonario, pero la providencia divina lo impide; o decide ser un erudito, pero la mala salud, un hogar inestable o la falta de recursos, frustran su voluntad; decide ir de vacaciones, pero un accidente automovilístico le envía al hospital. 

Decir que el albedrío es libre, es claro que no significa que el albedrío determine el rumbo de la vida de una persona. La persona no escoge la enfermedad, la tristeza, la guerra ni la pobreza que echan a perder su felicidad; tampoco escoge tener enemigos. Si de veras es poderoso el albedrío, ¿por qué no elige que la persona viva para siempre? Los sucesos importantes que moldean la vida, no resultan del albedrío del individuo. No puede escogerse el rango social, la raza ni el grado de inteligencia. 

"El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos" (Proverbios 16: 9). En lugar de alabar al albedrío humano, debemos alabar humildemente al Señor, cuyos propósitos determinan nuestras vidas, según confesó el profeta Jeremías: "Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos" (Jeremías 10: 23).

Cierto es que un hombre puede escoger lo que quiera y puede proyectar lo que desee, pero el albedrío no es libre para lograr ninguna cosa contraria a los propósitos de Dios. Tampoco tiene poder de alcanzar sus metas, sino tan sólo el poder que Dios le conceda. Acordémonos de la parábola de Jesús sobre el rico insensato. El rico dijo: "Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes… Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedir tu alma…" (Lucas 12: 18-20). Tenía libertad para pensar, pero no para realizar. Hay peligro de que suceda lo mismo con todos aquellos que se jactan de su propio albedrío. 

El mito de la libertad moral

Se cita al "libre albedrío" como factor importante en las decisiones morales, imaginando que es libre para escoger entre el bien y el mal. De nuevo preguntamos: ¿en qué consiste esa libertad? 

El albedrío es la capacidad del hombre de escoger entre alternativas. Claro que todos nosotros tenemos tal capacidad. Un hombre puede dirigir sus propios pensamientos, palabra y hechos; sus decisiones normalmente no se forman por una fuerza ajena, sino en su interior. Ningún hombre está obligado a actuar en contra de su voluntad ni a decir lo que no quiera, pues el albedrío guía sus acciones. 

No obstante, eso no quiere decir que la decisión está libre de toda influencia. Una persona elige de acuerdo con su entendimiento, sus sentimientos, sus preferencias, sus aversiones y sus apetitos. En efecto, el albedrío no es libre sino esclavo de la naturaleza de la persona. Las elecciones que uno hace no son las que determinan el carácter, sino el carácter es lo que guía nuestra selección. El albedrío se inclina a lo que el hombre conoce, siente, ama y desea. La persona escoge siempre según su temperamento, de conformidad a la condición de su corazón. 

La razón del por qué el albedrío no es libre para hacer lo bueno, radica en que es un siervo del corazón y el corazón es malo. "Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6: 5). "No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno" (Romanos 3: 12). No existe ninguna fuerza que obligue al hombre a pecar contra su voluntad, pero los descendientes de Adán son tan malos, que siempre escogen voluntariamente la maldad. 

El entendimiento moldea las decisiones, y la Biblia dice en referencia a todos: "Su necio corazón fue entenebrecido… No hay quien entienda" (Romanos 1: 21; 3: 11). El hombre puede ser justo solamente estando en comunión con Dios, pero "no hay quien busque a Dios" (Romanos 3: 11). Sus apetitos anhelan el pecado y el hombre no puede escoger a Dios. En vista de que el escoger el bien es contrario a su naturaleza, si alguien escogiera obedecer a Dios, se debería a una causa ajena. Sí, tenemos libertad para escoger, pero lo que escojamos depende de los impulsos de nuestra naturaleza pecaminosa. 

Si se pusiese algún trozo de carne y una ensalada de verduras delante de un león hambriento, escogería la carne sin duda, pues su naturaleza leonina determinaría la selección. Lo mismo sucede con el hombre. El albedrío humano podría verse libre de fuerzas ajenas, pero no de las predisposiciones de la naturaleza humana, las cuales están en contra de Dios. La facultad de tomar decisiones es libre para escoger lo que el corazón anhele, pero no lo es para escoger el agradar a Dios sin que haya previamente una obra de la gracia divina en ese corazón. 

Al hablar del "libre albedrío", casi todo el mundo supone que la naturaleza humana es neutral en cuanto al bien y el mal, y que, por tanto, es capaz de escoger entre los dos, pero tal idea es falsa. Tanto el albedrío como la naturaleza humana se encaminan única y continuamente al mal. "¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13: 23). La necesidad imperiosa de todo hombre es la transformación sobrenatural de su ser. De otra manera, su albedrío permanece esclavizado a escoger el mal. 

El mito de la libertad espiritual

A pesar de lo que hemos visto, algunos insisten en que el albedrío humano hace la elección final entre la vida y la muerte espirituales. Se supone que en este campo, por lo menos, el albedrío es totalmente libre para aceptar o para rechazar la vida eterna ofrecida en Cristo Jesús. Se dice que Dios otorgará una nueva naturaleza a todo aquel que por el poder de su propio "libre albedrío" decida recibir a Jesucristo. 

No cabe duda de que el hecho de recibir a Jesucristo es un acto de la voluntad humana y a menudo eso se llama "la fe". Pero ¿cómo llegan los hombres a recibir voluntariamente al Señor? Se contesta: "por su libre albedrío". Pero ¿cómo puede ser así?

Jesús es Profeta y recibirle es creer todo lo que Él dice. En Juan 8: 41-45, Jesús declara que los inconversos son hijos de Satanás. Este padre malo aborrece la verdad e imparte a su prole el mismo prejuicio. Así es que Jesús dice: "A mí, porque digo la verdad, no me creéis" (Juan 8: 45). ¿Puede el albedrío saltar fuera del ser humano y puede escoger creer lo que la mente aborrece y niega?

Jesús también es Sacerdote y recibirle es abrazarle como tal. En otras palabras, tenemos que depender de Él para que nos obtenga la paz con Dios por medio de Su sacrificio e intercesión. El apóstol Pablo enseña que "los designios de la carne (nuestra naturaleza humana depravada) son enemistad con Dios" (Romanos 8: 7). ¿Cómo, pues, puede el albedrío librarse de una naturaleza que nació siendo tan enemiga de Dios? Sería una locura que el albedrío escogiera la paz mientras todo el ser se inclinara a la rebeldía. 

Además, Cristo es Rey y recibirle es obedecer a todos Sus mandamientos, es confesar su derecho de reinar y es adorar ante Su trono. Pero la mente, las emociones y los deseos humanos gritan a una: "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19: 14). Si el ser entero aborrece la verdad de Dios, la autoridad de Dios y la paz con Dios, ¿cómo puede el albedrío humano recibir a Jesús? ¿Cómo puede ejercer tal pecador la fe en Él? 

Es la gracia de Dios y no el albedrío del hombre, la que imparte al pecador un corazón nuevo. A menos que Dios cambie el corazón, creando en él un espíritu de paz, verdad y sumisión, el hombre jamás escogerá a Jesucristo y la vida eterna que hay en Él. Es necesario que el hombre reciba un corazón nuevo para poder creer, aun en el asunto de la conversión. De otra manera el albedrío quedará esclavizado a la depravada naturaleza humana. Jesús dijo: "Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3: 7). Si nos falta este nuevo nacimiento, jamás veremos el reino de Dios.

Léase Juan 1: 12-13, donde se afirma que aquellos que creen en Cristo son engendrados, no de la voluntad humana, sino de Dios. El albedrío de un hombre no tuvo nada que ver con su nacimiento natural, y tampoco tiene que ver con el nuevo nacimiento, el espiritual. Debemos dar gracias a nuestro Creador que nos dio la vida natural y "si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (2 Corintios 5: 17). ¿Quién escogió ser creado jamás?

Lázaro, cuando yacía en la tumba, no escogió resucitarse, pero cuando Cristo le dio vida, entonces, de su albedrío, obedeció la voz de Cristo y salió de esa tumba (Juan, capítulo 11). De conformidad a esto, el apóstol Pablo dice: "Aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó" (Efesios 2: 5-6). Ejercer la fe es el primer acto del albedrío hecho nuevo por el Espíritu Santo. Recibir a Cristo es un acto humano igual que respirar, pero un ser humano no puede respirar a menos que Dios le dé primero la vida física, y tampoco puede ejercer la fe a menos que Dios le dé primero vida espiritual. 

Caídos en el pecado, hundidos en la miseria y totalmente sin recursos, ¿qué podemos? El "libre albedrío" humano no nos ofrece ninguna ayuda. Sólo la poderosa gracia de Dios nos ofrece escape. 

Amado lector, arrójate sobre esta gracia, sobre esta misericordia divina, implorando la salvación. Pide a Dios que Su Espíritu de gracia cree en ti un espíritu nuevo, una naturaleza nueva.
Walter Chantry

sábado, 29 de noviembre de 2014

Qué es una Iglesia Reformada

En la actualidad, gracias al Señor, estamos asistiendo a una renovación en el mundo evangélico que se manifiesta en un gran interés por las doctrinas de la Reforma, en particular las referentes a la salvación. Sin embargo, no se puede decir que haya una visión igualmente clara de lo que, teológica e históricamente hablando, significa ser reformado y ser una iglesia reformada. A riesgo de que otros muchos avancen las suyas propias, ofrecemos aquí lo que consideramos las marcas más sobresalientes de lo que verdaderamente es ser una iglesia reformada.


1) Las iglesias reformadas se reclaman de la Reforma protestante del siglo XVI. Esto le podrá parecer a muchos una puerilidad, pero tiene su importancia. Las iglesias reformadas tienen, o bien una continuidad orgánica e histórica que la remontan ininterrumpidamente hasta los días de la Reforma, o bien son iglesias que, por haber asumido lo que ella fue y significa aun hoy, han sido “injertadas” y están unidas espiritualmente a al cuerpo reformado que, aunque originariamente ajeno, ha llegado así a ser el propio.

Dicho de otra manera, las iglesias reformadas no son “modernas”, como actualmente se entiende esta palabra, ni a-históricas. Ellas no se mantienen en el presente como flotando en el aire, sin conexión con el pasado. Ellas contemplan la Reforma de la misma manera que esta hacía con el periodo patrístico, la cual retuvo asimismo del periodo medieval lo que consideraba bíblico y bueno. Del mismo modo, las iglesias reformadas hoy asumen todo lo bíblico y bueno de la larga tradición de dos mil años de la iglesia cristiana. La iglesia reformada está animada por un verdadero espíritu de catolicidad, en el sentido más genuino del término, y no conoce ni “paréntesis” ni “grandes apostasías” por la que la Iglesia de Cristo se volviera como oculta por un periodo indeterminado de siglos.

2) Las iglesias reformadas están sometidas a la autoridad soberana de las Escrituras (Sola Scriptura). Ellas creen y confiesan lo que la Biblia dice de sí misma, a saber, que es la Palabra inspirada por el Espíritu Santo (2 Tim. 3:16; 2 Pe. 1:21) y que, por lo tanto, tiene a Dios por Autor. De esta manera, la autoridad de las Escrituras está por encima de la iglesia y de los creyentes. Ella está por encima de los ministerios de la iglesia, por lo tanto, del “Magisterio”. Ella también está por encima de toda opinión y enseñanza habida en la iglesia en el pasado (tradición) o en la actualidad. No son las declaraciones oficiales de la iglesia lo que dan validez y autoridad a lo enseñado por la Escritura. Lo contrario es la verdad: la Escritura es la que confirma, o invalida, lo que los creyentes y las iglesias han afirmado acerca de la doctrina cristiana, incluso en sus reuniones oficiales (sínodos o concilios).

Casi todos los evangélicos actualmente adherirán, al menos formalmente, con estas palabras. Pero la autoridad soberana de las Escrituras, a la que los reformados estamos adheridos, también está por encima del consenso actual de entre los cristianos, puesto que la verdad de la Palabra no es lo que todos, o más bien la gran mayoría de los cristianos actualmente crean y practiquen en la actualidad, sino lo que realmente enseña la Escritura. Se puede así dar el caso de que hoy día estemos casi universalmente en el error en determinadas cuestiones, y no por ello se afectaría para nada a la verdad de la Escritura. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4). Asimismo, la autoridad soberana de las Escritura está en contra de la división de la iglesia en toda opinión y doctrina particular (principio de las denominaciones) como si todas fueran igualmente válidas.

3) Las iglesias reformadas mantienen la importancia de la Confesión de Fe. Las iglesias del tiempo de la Reforma casi inmediatamente se dotaron de confesiones que expresaran con claridad y precisión su fe. De ahí precisamente que nos llamemos protestantes. Las confesiones de fe no se consideraban como “rivales” a la autoridad de la Escritura, sino que se formulaban precisamente a causa de la autoridad de la misma: la autoridad y la verdad de la Escritura reclama que su enseñanza sea expresada sin ambigüedades y de manera valiente. Que el creyente confiese su fe es una idea perfectamente bíblica (2 Cor. 4:13).

En las iglesias de la Reforma, las confesiones de fe siguen manteniendo un valor normativo. Este no está considerado como igual al de las Escrituras, sino es derivado y subordinado de ellas. Pero la autoridad de las Escrituras realmente no admite una situación de facto, revestida con el tiempo de jure, a saber, el pluralismo doctrinal entre sus ministros y miembros. La iglesia, a lo largo de la Historia, ha confesado de manera clara su fe. Cierto que estas confesiones pueden estar equivocadas, pero mientras esto no se demuestre y no se declare de manera igualmente oficial, las confesiones de fe mantienen un valor y una autoridad, aunque subordinada y dependiente de las Escrituras. El mal del liberalismo protestante procede, principalmente, es la pérdida de este principio confesional original de la Reforma.

4) Las iglesias reformadas están firmemente adheridas a la soberanía de Dios. En todos los aspectos de la realidad, ya sea en cuanto a la providencia o en cuanto a la salvación, Dios es realmente soberano por encima de todas sus criaturas. Dios es conocido, creído y adorado por los creyentes reformados como un Dios absolutamente soberano, puesto que Él se nos revela así en las Escrituras. La relación de Dios con el universo creado se establece a partir del plan eterno o Decreto de Dios, por el cual Él decidió inmutablemente todo lo que acontece en la realidad. El mundo no tiene un funcionamiento independiente ni autónomo a la voluntad de Dios. Dios ha creado, mantiene y dirige todas las cosas para Su gloria, y la salvación y la condenación de los pecadores serán en función del propósito eterno de Dios.

La fe en la soberanía de Dios, y de manera especial en el terreno de la salvación, es lo que ha conducido a la iglesia y a los creyentes reformados a creer y confesar a lo largo de los siglos las doctrinas de la gracia de Dios. Estos fueron resumidos de manera sintética en el Sínodo de Dordt, y es lo que actualmente se conoce como los “cinco puntos del calvinismo” (expresión que, personalmente, me desagrada profundamente, puesto que estas doctrinas no fueron ni son la “propiedad” de Calvino, sino que es el legado de la Iglesia Reformada, quien, al menos originalmente, rechazó ponerse bajo la denominación de personas particulares, manteniendo siempre su carácter eclesial… pero bueno, al menos, así son conocidas actualmente). Una iglesia reformada que contradiga estas doctrinas de la gracia y de la soberanía de Dios en la salvación es una contradicción en los términos.

5. Las iglesias reformadas creen y viven plenamente en el Pacto de Gracia. Las iglesias y creyentes reformados creen que la gracia por la que son salvos es recibida gracias al Pacto de Gracia con Dios y a través del mismo. Este pacto tiene sus raíces en la eternidad, en el Pacto de salvación entre las personas de la Trinidad, particularmente entre el Padre y el Hijo, para la salvación de los escogidos de Dios (Pacto de la Redención). En la Historia, este pacto es el que une a los creyentes y a sus hijos con Dios y Sus promesas de salvación. Este Pacto de Gracia en la Biblia es el que Dios estableció con Abraham y del que los creyentes somos los herederos. Este Pacto fue cumplido plenamente por Cristo. De esta manera, Antiguo y Nuevo Testamentos están unidos por el mismo y único Pacto.

6. La iglesia reformada tiene una muy alta estima de la Ley de Dios. La Reforma del siglo XVI se centró en la gracia y en la justificación por la fe, pero ella también ofreció importantes enseñanzas en cuanto a la Ley de Dios. Ella describió claramente su función de mostrar a los hombres sus pecados, para que vayan a Cristo y confíen en Él para salvación (Gál. 3:19,22-24). También ella reconoció que la Ley contenía grandes enseñanzas en sus ceremonias y observancias en cuanto a la salvación que el Cristo tenía que realizar; si bien, una vez que Él cumplió la salvación, muriendo el sacrificio por los pecados en la cruz y resucitando de los muertos, estas ceremonias no tienen que ser más observadas, puesto que han sido ya cumplidas totalmente por Cristo. También la Reforma reconoció que las leyes civiles del Antiguo Testamento, aunque no han de ser observadas formal y literalmente, sí que contienen la equidad que es normativa para todas las naciones y pueblos de la tierra. La ley moral de Dios, de la que los Diez Mandamientos es un compendio, es la expresión permanente e invariable para todos los hombres, de todas las naciones, sean o no creyentes, la infracción de los cuales es siempre pecado.

La alta estima de la Reforma por la Ley de Dios es lo que hizo que se realzara el valor normativo de esta para la vida de los creyentes (compárese el detalladísimo estudio de la Ley de Dios en el Catecismo Mayor de Westminster). La Reforma produjo que los creyentes vivieran vidas bíblicas, conforme a las normas de la Palabra de Dios. Una de las piedras de toque de esto siempre ha sido la observancia seria del Domingo como Día de reposo y Día del Señor. Realmente, que haya creyentes e iglesias que se consideren reformados y que vivan vidas sin la ley de Dios (Antinomianismo), vidas según los estándares presentes en el mundo (secularismo ateo o papismo), y que, es más, se escandalicen cuando se les presenta la exigencia de conformar nuestras vidas con las normas de la Palabra, es una tremenda contradicción y un sin sentido.

7. Las iglesias reformadas valorizan las vocaciones seculares del creyente. La Reforma acabó con el monasticismo como ideal de vida y santidad cristiana. En su lugar, estableció que el cristiano ha de buscar glorificar a Dios en sus vocaciones seculares. Los creyentes se aplicaban a los trabajos no como a una maldición, no como a un fastidio o tedio (tal como normalmente se ha hecho en los países de tradición papista), sino como a algo ilusionante en lo que uno ha de intentar dar lo mejor de sí, hasta en los empleos más humildes. El resultado del trabajo no se dilapidaba en fiestas, en excesos y pompas del mundo, sino que primeramente se ofrendaban a Dios (diezmos y ofrendas) y luego se empleaban en el mantenimiento de la familia. Esta, en la Reforma, tiene un lugar central, no en un sentido extenso, tribal, sino nuclear, siguiendo la norma de Dios original en Génesis (2:24). En ella se mantienen los roles bíblicos del padre como cabeza de familia, y la sumisión de los hijos a los padres. El resultado de todo ello fue un estilo de vida característico y la creación, en los lugares donde llegó a triunfar la Reforma, de una cultura característicamente protestante, marcada por el respeto a la ley, la laboriosidad, la austeridad, pero también la ilusión de vivir y finalmente la prosperidad de unas familias tremendamente sólidas, familias en el Pacto de la Gracia y que guardan las normas de la Palabra de Dios. La insistencia de la Reforma en la vocación secular de los cristianos llevó a cuestionar las reuniones o cultos diarios, característicos de la tradición papista. Salvo excepciones, el funcionamiento normal en las iglesias de la Reforma es encontrar sólo un momento para reunirse entre semana (ya sea para reuniones de oración o de estudio bíblico). Pero la falta de reuniones diarias no creó en la Reforma un vacío espiritual. En su lugar, la Reforma concibió que los cultos diarios sean familiares. Al principio, esta práctica fue consistente, pero con el tiempo se ha llegado a olvidar casi por completo, con el resultado, por ejemplo, de que los hijos de los creyentes, en el mejor de los casos, apenas reciban una hora de instrucción bíblica a la semana (en la iglesia) mientras que son atiborrados de horas de estudio y de formación en la escuela. No es de extrañar, pues, que el mundo nos haya ido arrebatando las mentes y corazones de nuestros hijos y que haya ido laminando, así, nuestras iglesias. Recuperar el enfoque bíblico y reformado para los asuntos de esta vida, y en particular para nuestras familias, es sin duda una de las mayores necesidades del día de hoy.

8. La iglesia reformada está constituida en torno a los ministerios de la iglesia. Si bien hay tradiciones evangélicas que dependen fundamentalmente de su rechazo a la idea del ministerio del pastor en la iglesia (particularmente, hablamos del darbismo), la iglesia verdaderamente reformada siempre ha reconocido como esencial para la iglesia la existencia de un ministerio de predicación y enseñanza legítimamente constituido. Es la consecuencia lógica de su insistencia en la autoridad suprema de la Escritura y aun del papel concedido a la confesión de fe. El ministerio de predicación y enseñanza deja de ser visto (como a menudo lo es) como algo secundario (y esto, en el caso de haberlo), sino que se pone al frente mismo de la vida de la iglesia. Por su importancia, no ha de ser repartido de manera igualitaria y democrática entre todos los miembros de la iglesia, mujeres incluido, sino que la figura del pastor tiene un lugar específico, por el hecho de ser él quien imparte lo que es la savia y el corazón mismo de la vida espiritual de la iglesia.

Pero la Reforma no concibió nunca el ministerio de enseñanza como una primacía en solitario en la cúspide de la iglesia. Ella puso igualmente en relieve la enseñanza bíblica acerca de los ministerios de la iglesia, subrayando los que en ella son permanentes por mandato apostólico: los ancianos gobernantes y los diáconos. Las iglesias verdaderamente reformadas nunca se han considerado “completas” hasta contar con el órgano de gobierno en el que los tres ministerios (el de pastor o anciano docente, el de anciano gobernante y el de diácono) estén presentes y funcionando conjuntamente en el gobierno de la iglesia (en nuestra terminología en español, el Consejo de la iglesia). Uno de los mayores empeños de los misioneros, o de los pastores en iglesias pequeñas, ha de ser la de llegar a establecer el debido Consejo de iglesia, formando debidamente a los ancianos y diáconos para que la congregación pueda permanecer por generaciones (tal como es la voluntad de Dios en el Pacto de Gracia).

9. La iglesia verdaderamente reformada tiene una adoración regulada por la Palabra de Dios. En la Reforma, la adoración a Dios es concebida como uno de los asuntos de mayor importancia en la iglesia. Como hemos dicho, Dios es conocido y adorado como un Dios soberano; las expresiones de amor a Dios nunca dan pie para la falta de reverencia o de respeto ante Su presencia o en las formas en las que se le da culto. La adoración a Dios es el terreno propio y particular de Dios y Él ha revelado en Su Palabra la manera cómo quiere ser adorado. El segundo mandamiento del Decálogo prohíbe toda invención humana que Dios no haya ordenado en Su Palabra. El culto reformado es sencillo y sobrio, reverente y bíblico, y en él la Palabra de Dios, leída y predicada, tiene un lugar central e insustituible. De hecho, todo el culto reformado transcurre como la respuesta de los hombres a la Palabra que Dios les dirige a cada momento del culto.

Históricamente, el canto de Salmos es una marca del culto público reformado. Dejando de lado la cuestión de la salmodia exclusiva, se puede decir que el canto de Salmos siempre ha tenido un lugar central, un lugar por excelencia en el culto reformado. Por tanto, es bastante sorprendente que el mundo reformado hoy haya dejado de lado casi completamente el canto de Salmos, de manera que actualmente se tiene que ir reintroduciendo como una novedad. Asimismo, es bastante llamativo ver iglesias reformadas que tienen una forma de dar culto público más bien de tipo carismático, de manera que uno se pregunte que qué fue del carácter eminentemente bíblico y reverente del culto reformado. No se trata, como a veces se dice, que el “fondo” siga siendo reformado aunque las formas sean “carismáticas”. Lo contrario es cierto, y por lo tanto es cuestión de tiempo que la iglesia se manifieste plenamente como tal.

10. Por último, la iglesia reformada se caracteriza por promover la unidad de la iglesia visible. Las iglesias locales que abrazaron la Reforma en el s. XVI estuvieron animadas desde el inicio mismo por el ánimo de buscar y promover la unidad visible de la iglesia. Todo lo que hemos estado viendo hasta el momento (las nueve marcas anteriores) no fueron las características de iglesias aisladas, aquí y allá, sino que fueron las marcas características de todo el movimiento reformado en todo lugar. Las iglesias estuvieron unidas por estructuras estables de comunión, y no sólo de comunión, sino de gobierno en común. Algunas iglesias nacionales mantuvieron el sistema de gobierno episcopal. Pero la mayoría de las iglesias reformadas adoptaron el sistema presbítero-sinodal, que no era más que la continuación del sistema conciliar de la iglesia durante el periodo patrístico. Y que, en realidad, es el sistema bíblico.

Realmente, el congregacionalismo y el independentismo a ultranza no fueron marcas características de la Reforma, y no se introdujeron en ella hasta bien entrado el siglo XVII. La Reforma del siglo XVI miraría extrañada a una iglesia que, celosa de guardar su independencia, no buscara integrarse en un cuerpo eclesiástico que guarde la misma doctrina, gobierno y adoración que ella misma.

Hasta aquí, pues, las marcas que personalmente me parecen más sobresalientes de lo que es ser una iglesia verdaderamente reformada. Tal vez haya más. Pero con estas marcas tenemos materia suficiente, si queremos aplicarnos a la gran tarea de trabajar para ver una nueva Reforma en nuestros días.

Jorge Ruiz. Pastor de la Iglesia Cristiana Presbiteriana en Miranda de Ebro, España.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Infralapsarianismo y Supralapsarianismo

“¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9:21).

por Phillip R. Johnson.

Esta página considera cuatro formas principales de ordenar los elementos soteriológicos del decreto eterno de Dios – con un enfoque particular en la diferencia entre el supralapsarianismo y el infralapsarianismo. He resumido las diferencias en una comparación paralela abajo. Las notas explicativas le siguen.

Resumen de Puntos de Vista

Supralapsarianismo

Infralapsarianismo

Amyraldismo

Arminianismo

Supralapsarianismo

1. Elegir a algunos, condenar al resto

2. Crear

3. Permitir la Caída

4. Proveer la salvación para los elegidos

5. Llamar a los elegidos a la salvación

Infralapsarianismo

1. Crear

2. Permitir la Caída

3. Elegir a algunos, dejar a los demás

4. Proveer la salvación para los elegidos

5. Llamar a los elegidos a la salvación

Amyraldismo

1. Crear

2. Permitir la Caída

3. Proveer la salvación suficiente para todos

4. Elegir a algunos, dejar al resto

5. Llamar a los elegidos a la salvación

Arminianismo

1. Crear

2. Permitir la Caída

3. Proveer salvación para todos

4. Llamar a la salvación

5. Elegir a todos los que creen

La distinción entre infralapsarianismo y supralapsarianismo tiene que ver con el orden lógico de los decretos eternos de Dios y no el tiempo de la elección. Ningún lado sugiere que el elegido fue escogido después de que Adán pecó. Dios hizo su elección antes de la fundación del mundo (Efes. 1:4) – mucho antes de que Adán pecase. Ambos infras y supras (y aún muchos Arminianos) están de acuerdo en esto.

EL SUPRALAPSARIANISMO es la perspectiva de que Dios, contemplando al hombre aun no caído, escogió a algunos para recibir vida eterna y rechazar a todos los demás. Así es que un supralapsariano diría que el reprobado (no-elegido) – las vasijas de ira preparadas para destrucción (Rom. 9:22) – fue primero ordenado para ese papel, y luego los medios por los cuales este cayó en pecado fueron ordenados. En otras palabras, el supralapsarianismo sugiere que el decreto de la elección de Dios lógicamente precede a Su decreto de permitir la caída de Adán – a fin de que su condenación sea ante todo un acto de la soberanía divina, y sólo subordinadamente un acto de justicia divina.

El Supralapsarianismo es algunas veces equivocadamente igualado con la “doble predestinación.” El término “doble predestinación” mismo es a menudo usado en una forma engañosa y ambigua. Algunos lo usan para decir nada más que la perspectiva de que el destino eterno de tanto el elegido como del reprobado está decidido por el decreto eterno de Dios. En ese sentido del término, todos los calvinistas genuinos sostienen una “doble predestinación” – y el hecho de que el destino del reprobado esté eternamente decidido es claramente una doctrina bíblica (cf. 1 Pedro 2:8; Romanos 9:22; Judas 4). Pero más a menudo, la expresión “doble predestinación” es utilizada como un término peyorativo para describir la perspectiva de aquellos que sugieren que Dios es tan activo en mantener al reprobado fuera del cielo como El lo está al llevar dentro al elegido. (Hay una forma aun más siniestra de “doble predestinación,” lo cual sugiere que Dios es tan activo en hacer al reprobado tan malo como El lo está al santificar al elegido.)

Esta perspectiva (de que Dios está tan activo en condenar al no-elegido como lo está al redimir al elegido) es mas adecuadamente llamada “Igualdad final” (cf. R.C. Sproul, Cosen by God, 142). Es de hecho una forma de hyper-Calvinismo y no tiene nada que ver con el calvinismo verdadero e histórico. Sin embargo quien sostiene tal perspectiva también sostendrá el esquema supralapsariano, la perspectiva misma no es una ramificación necesaria del supralapsarianismo.

El Supralapsarianismo es también algunas veces erróneamente igualado con el hiper-calvinismo. Todos los hyper-Calvinistas son supralapsarianos, sin embargo no todos los supras son hiper-calvinistas.

El Supralapsarianismo es algunas veces llamado calvinismo “elevado”, y sus adherentes más extremos tienden a rechazar la noción de que Dios tiene algún grado de buena voluntad sincera o de compasión significativa hacia el no-elegido. Históricamente, una minoría de calvinistas ha sostenido esta perspectiva.

Pero el comentario de Boettner de que “no hay más de un calvinista entre cien que sostenga la perspectiva del supralapsariano,” es sin duda una exageración. Y en la década pasada o poco más, la perspectiva del supralapsariano parece haber ganado popularidad.

EL INFRALAPSARIANISMO (también conocido algunas veces como “sublapsarianismo”) sugiere que el decreto de Dios de permitir la caída lógicamente precede a Su decreto de elección. Así es que cuando Dios escogió al elegido y pasó por alto al no-elegido, El los contemplaba como criaturas caídas.

Estas son las dos principales perspectivas Calvinistas. Bajo el esquema del supralapsariano, Dios primero rechaza al reprobado fuera de Su soberano deleite bueno; luego El decreta el medio de su condenación a través de la caída. En el orden del infralapsariano, el no-elegido es primero visto como criaturas caídas, y está condenado solamente por su pecado. Los Infralapsarianos tienden a hacer énfasis en el “pasar por alto” de Dios del no-elegido (la preterición) en Su decreto de elección.

Robert Reymond, el mismo un supralapsariano, propone el siguiente perfeccionamiento de la perspectiva del supralapsariano:

Supralapsarianismo Modificado de Reymond

Elegir a algunos hombres pecadores, reprobar al resto.

Aplicar los beneficios redentores a los elegidos.

Proveer la salvación para los elegidos.

Permitir la Caída.

Crear

Note que además de reordenar los decretos, la perspectiva de Reymond deliberadamente enfatiza que en el decreto de elección y reprobación, Dios contempla a los hombres como pecadores. Reymond escribe: “En este esquema, a diferencia del anterior [el orden-supra clásico], Dios es representado tan discriminativo entre hombres vistos como pecadores y no entre hombres vistos simplemente como hombres. (Vea a Robert Reymond, Systematic Theology of the Christian Faith,489). El refinamiento de Reymond evita la crítica más comúnmente igualada en contra del supralapsarianismo – que el supralapsariano tiene a Dios condenando a hombres a la perdición antes de que El aun los contemple como pecadores. Pero la perspectiva de Reymond también deja sin responder la pregunta de cómo y por qué Dios considera a todos los hombres como pecadores aun antes de que estuviese determinado que la raza humana caería. (Algunos aun podría sostener la opinión de que los refinamientos de Reymond dan como resultado una posición que, en cuanto que la distinción crucial esté afectada, es implícitamente infralapsariana.)

Todo los principales Credos Reformados tampoco son explícitamente infralapsarianos, o si no cuidadosamente evitan un lenguaje que favorezca cualquier perspectiva. Ningún credo principal toma la supra-posición. (Todo este asunto fue apasionadamente discutido a todo lo largo de la Asamblea Westminster. William Twisse, un presidente y supralapsariano ardiente de la Asamblea, hábilmente defendió su perspectiva. Pero la Asamblea optó por un lenguaje que claramente favorece la posición infra, pero sin el supralapsarianismo condenatorio.)

“Bavinck ha señalado que ‘la presentación del supralapsariano no ha sido incorporada en una sola Confesión Reformada’ sino que lo infra-posición ha recibido un lugar oficial en las Confesiones de las iglesias” (Berkouwer, Divine Election, 259).

El debate de los dos puntos de vista (en su Teología Sistemática) de Louis Berkhof es de ayuda, aunque él parece favorecer el supralapsarianismo. Tomo lo posición Infra, como lo hace Turretin, la mayoría de los teólogos de Princeton, y la mayor parte de los líderes del Westminster Seminary (e.g., John Murray). Estos asuntos estaban en el corazón de la controversia de la “gracia común” en el primera parte del Siglo Veinte. Herman Hoeksema y aquellos que le siguieron tomó una posición supralapsariana tan rígida que finalmente negaron el mismo concepto de la gracia común.

Finalmente, vea la gráfica (arriba), la cual compara estos dos puntos de vista con el Amyraldismo (un tipo de calvinismo de cuatro puntos) y el Arminianismo. Mis notas en cada perspectiva (debajo) identifican a algunos de los defensores principales de cada perspectiva.

NOTAS SOBRE EL ORDEN DE LOS DECRETOS
© 1994, 1997, 2000 por Phillip R. Johnson

Supralapsarianismo

Beza mantuvo esta perspectiva. Aunque a él a menudo se le acredita el formular la posición del supralapsariano, él no lo hizo.

Otros proponentes históricos incluyen a Gomarus, Twisse, Perkins, Voetus, Witsius, y Comrie.

Louis Berkhof ve un valor en ambos puntos de vista, pero parece inclinarse ligeramente por el supralapsarianismo (Teología Sistemática, 120-25).

Karl Barth sintió que el supralapsarianismo era casi más correcto que el infralapsarianismo.

La Teología sistemática de la Fe Cristiana de Robert Reymond toma la perspectiva del supralapsariano e incluye una larga defensa del supralapsarianismo.

Turretin dice que el supralapsarianismo es “más rudo y menos adecuado” que el infralapsarianismo. Él cree que “no parece estar suficientemente de acuerdo con la bondad inefable de Dios” (Elenctic Theology, vol. 1, 418).

Herman Hoeksema y el liderazgo entero de las Iglesias del Protestantes Reformadas (incluyendo a Homer Hoeksema, Herman Hanko, y David Engelsma) son supralapsarianos categóricos – a menudo argumentando tanto implícitamente y explícitamente que el supralapsarianismo es elúnico esquema lógicamente coherente. Esta presunción claramente contribuye al rechazo del rechazo de la PRC sobre la gracia común.

De hecho, las mismas discusiones usadas a favor del Supralapsarianismo han sido utilizadas en contra de la gracia común. Así es que el supralapsarianismo puede tener en ello una tendencia que es hostil a la idea de gracia común. (Es un hecho que virtualmente quienes niegan la “gracia común” son supralapsarianos.)

El Supralapsarianismo es la posición de todos los que se mantienen firmes en el tipo más rudo de “doble predestinación”.

Es difícil de encontrar a los exponentes del supralapsarianismo entre los teólogos sistemáticos principales. Pero la ola entre algunos de los autores más modernos puede estar repintando hacia la perspectiva Supra. Berkhof tuvo simpatía a la perspectiva; Reymond expresamente lo defiende.

A R.. Webb dice que el supralapsarianismo es: “aborrecible para la metafísica, para las éticas, y para las Escrituras. No es propuesto en ningún credo Calvinista y puede ser cargado a la cuenta de sólo en algunos extremistas (Christian Salvation,16). Mientras tengo simpatía para las infra-convicciones de Webb, pienso que él exagera un tanto el caso en contra del supralapsarianismo. [Webb es un presbiteriano sureño del siglo 19.]

Infralapsarianism

Esta perspectiva es también llamada “sublapsarianismo”.

Juan Calvino dijo algunas cosas que parecen indicar que él habría simpatizado con esta perspectiva, aunque el debate no ocurrió durante su vida (vea Calvinismo de Calvino,. Trad. Henry Cole, 89ff; También a William Cunningham, Los Reformadores y la Teología de la Reforma, 364ff)

G. T. Shedd, Charles Hodge, L. Boettner, y Anthony Hoekema mantuvieron esta perspectiva.

Tanto R. L. Dabney como William Cunningham se inclinan decididamente a esta perspectiva pero se resisten a sostener el punto. Creen que todo el debate va más allá de la Escritura y es por consiguiente innecesario. Dabney, por ejemplo, dice “ésta es una pregunta que nunca debió haber surgido” (Teología Sistemática, 233). Twisse, el supralapsariano, virtualmente esta de acuerdo con esto. Él llamó la diferencia “meramente un apogeo logicus, un punto de lógica. Y ¿no es una por mera locura hacer una brecha de unidad o amor en la iglesia simplemente sobre un punto de lógica?” (Citado en Cunningham, Los Reformadores, 363). G.C. Berkouwer también está de acuerdo: “No enfrentamos aquí a una controversia que le debe su existencia a una violación de los linderos establecidos por la revelación”. Berkouwer se pregunta si estamos “obedeciendo la enseñanza de la Escritura si nos rehusamos a hacer una elección en este punto” (Divine Election, 254-55).

Thornwell no está de acuerdo que el asunto esté sujeto a discusión. Él dice que el asunto “requiere algo más que una pregunta de método lógico. Es realmente una cuestión de significado moral más alto. . . . La condena y la horca son partes del mismo proceso, pero es algo más que una pregunta de arreglo ya sea que un hombre estará colgado antes de que él sea condenado” (Collenting Writings, 2:20). Thornwell es vehementemente infralapsariano.

El Infralapsarianismo fue afirmado por el sínodo de Dort pero sólo se sobreentendió en los estándares de Westminster. Twisse, un supralapsariano, fue el primer presidente de la Westminster Assembly, lo cual evidentemente decidió el curso más sabio que fue ignorar la controversia totalmente (aunque la inclinación de la Westminster fue discutiblemente infralapsariano). La Confesión de Westminster, por consiguiente, junto con la mayor parte de los Credos Reformados, implícitamente afirmaron lo que el Sínodo de Utrecht (1905) más tarde explícitamente declararía: “Que nuestras confesiones, ciertamente con relación a la doctrina de la elección, siguen la presentación infralapsariana, pero ésta no implica en absoluto dar a entender una excepción o una condenación de la presentación del supralapsariano”.

Amyraldismo

Amyraldismo (es la ortografía favorcida, noAmyraldIANismo).

Amyraldismo es la doctrina formulada por Moise Amyraut, un teólogo francés de la escuela Saumur. (Esta misma escuela engendró otra gran cantidad de desviación irritante de ortodoxia Reformada: La perspectiva de Placaeus implicando la imputación mediata de la culpabilidad de Adán).

Haciendo el decreto para expiar el pecado de manera lógica antecediendo al decreto de la elección, Amyraut podría mirar la expiación tan hipotéticamente universal, pero eficaz para el elegido. Por eso la perspectiva es algunas veces llamada “universalismo hipotético”.

El puritano Richard Baxter aceptó esta perspectiva, o alguna muy cercana a ello. Él parece haber sido el único líder Puritano principal que no fue un calvinista minucioso. Algunos disputarían si Baxter fue un Amyraldiano verdadero. (Vea, e.g. George Smeaton, The Apostles’ Doctrine of the Atonement [Edinburgh : Banner Of Truth, 1991 Reprint], Apéndice, 542.) Pero Baxter pareció considerarse a sí mismo como un Amyraldiano.

Ésta es una forma sofisticada de formular el “calvinismo de los cuatro puntos,” mientras todavía dan razón de un decreto eterno de elección.

Pero el Amyraldism no debería ser comparado con todas las marcas del así llamado “calvinismo de los cuatro puntos”. En mi experiencia, los así mismos llamados de “los cuatro puntos” son incapaces de articular alguna explicación coherente de cómo la expiación puede ser universal pero la elección incondicional. Así que no quiero glorificar su posición llamándola Amyraldismo. (¡Esto sería como comprometer la doctrina de la soberanía divina como Moise Amyraut! La mayoría de los que se llaman de los cuatro puntos, son en realidad cripto-arminianos.)

A. H.Strong mantuvo esta perspectiva (Teología Sistemática, 778). Él la llamó (incorrectamente) “sublapsarianismo”.

Henry Thiessen, evidentemente siguiendo a Strong, también etiquetó incorrectamente esta perspectiva como “sublapsarianismo” (y la contrastó con el “infralapsarianismo”) en la edición original de su Lectures on Systematic Theology (343). Su debate en esta edición es muy confuso y patentemente equivocado por puntos. En las ediciones posteriores de su libro esta sección fue completamente re-escrita.

Arminianismo

Henry Thiessen argumentó a favor de esencialmente de esta perspectiva en la edición original de su Teología Sistemática. La edición revisada ya no defiende explícitamente este orden de los decretos, pero el Arminianismo fundamental de Thiessen es aún claramente evidente.

La mayoría de los teólogos Arminianos se rehúsan a ocuparse del decreto eterno de Dios, y los Arminianos extremos aun niegan el mismo concepto de un decreto eterno. Aquellos que reconocen el decreto divino, sin embargo, deben terminar haciendo de la elección dependiente de la respuesta del creyente al llamado del evangelio. Ciertamente, éste es el quid entero de Arminianismo.

martes, 25 de noviembre de 2014

La controvertida predestinación

La predestinación es un tema que siempre ha levantado controversias y discusiones, sobre todo cuando es mal enseñado o mal interpretado. Al presentar lo que la Palabra dice sobre este tema tan importante, es mi deseo traer un poco de luz, aunque sea de una manera relativamente breve. Lo cierto es que para nosotros la opinión de mayor importancia no es la de Calvino o la de Arminio, sino la opinión de Dios revelada en las Escrituras. Él tiene la última autoridad. Muchas personas rechazan la doctrina de la elección de Dios en la salvación; pero pasan por alto que desde el Génesis hasta Apocalipsis, hay un patrón de elección de algunas personas sobre otras, por razones que nosotros todavía no acabamos de entender. Veamos:

Abraham fue elegido por Dios cuando él no estaba buscando de Dios. De hecho, Josué 24:2establece que Abraham fue escogido por Dios cuando él estaba adorando a dioses paganos junto con sus padres. ¿Por qué Abraham y no su padre o su hermano o cualquier otro? Respuesta: elección divina.
Israel fue elegido por Dios no porque fuera mayor o mejor que las demás naciones, como bien especifica Deuteronomio 7:7. ¿Por qué Israel y no otro pueblo? Respuesta: elección soberana.
Los profetas no se ofrecieron como voluntarios para ir, sino que Dios los eligió soberanamente. Leamos el testimonio de Jeremías 1:4-5 "Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones". ¿Por qué elegir a Jeremías desde antes de nacer y no a otro? Respuesta: El es Dios y tiene el derecho, la autoridad y la sabiduría para decidir. 
Cuando nos vamos al Nuevo Testamento, Pablo también dice que fue elegido antes de nacer. De manera que aunque él persiguió a la iglesia por los primeros 30 años, la elección de Pablo había sido hecha de antemano, como revela el libro de Gálatas: "Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí para que yo le anunciara entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre", (Gá. 1:15-16). ¿Por qué? Respuesta: por la misma razón anterior. 
Los profetas, con la excepción de Jonás, fueron todos enviados a Israel y a Judá, cuando Dios pudo haber enviado esos profetas también a cualquiera de las demás naciones de la Tierra. Mientras todos estos profetas estaban siendo enviados a Israel, anunciando el Mesías que había de venir, ¡habían millones de personas distribuidas alrededor del mundo que se estaban perdiendo sin escuchar este mensaje! ¿Por qué? Respuesta: Porque Israel fue su pueblo elegido 
No solo el apóstol Pablo fue elegido desde antes del nacimiento, sino que los 12 discípulos fueron escogidos, hasta el punto que Juan 15:16dice: "Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros". ¿Por qué? Cristo quería que les quedara claro que Dios es quien hace la selección y no el hombre. Al fin de cuentas es Su creación; es Su plan, es Su reino; es Su gloria que está en juego, y nosotros somos las criaturas y no el Creador. 
Juan el Bautista nació lleno del Espíritu Santo, según revelaLucas 1: 14-15, lo que implica que Juan el Bautista "nació de nuevo" en el vientre de su madre, y por tanto "nació de nuevo" antes de nacer físicamente. ¿Por qué? Respuesta: Dios. 
Jacob fue escogido por encima de Esaú, según revelaRomanos 9. De hecho, el libro de Romanos es tan claro que dice que cuando estos dos hermanos estaban en el vientre de la madre, y antes de que ellos hubiesen hecho nada bueno o malo, Dios determinó que el mayor serviría el menor. ¿Por qué? Respuesta: "para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera" (Ro. 9:11). En la cultura judía, el primero que nacía de los dos mellizos era considerado el primogénito y poseedor de las bendiciones. Sin embargo, Dios revela que precisamente Él invirtió los planes para que el propósito de la elección de Dios se cumpliera.
Nosotros los gentiles fuimos elegidos cuando nadie estaba buscando de Dios, según revelaRomanos 10:20-21: "E Isaías es muy osado, y dice: FUI HALLADO POR LOS QUE NO ME BUSCABAN; ME MANIFESTE A LOS QUE NO PREGUNTABAN POR MI. Pero en cuanto a Israel, dice: TODO EL DIA HE EXTENDIDO MIS MANOS A UN PUEBLO DESOBEDIENTE Y REBELDE".¿Por qué? Respuesta: por todas las razones anteriores.
La Biblia habla incluso de los ángeles elegidos, según vemos en 1 Timoteo 5:21.

Continuando con lo que es la revelación de Dios, en términos de cómo ha ocurrido esta elección, la Palabra de Dios nos revela lo siguiente en Romanos 8:29-30: "Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó". Si nosotros tomamos ese texto y lo leemos desde el final hasta el principio, pudiéremos hacer las siguientes preguntas  y contestarlas según el mismo texto:  a) ¿A quiénes glorificó? A los que justificó. b) ¿A quiénes justificó? A los que llamó. c) ¿A quiénes llamó? A los que predestinó. d) ¿A quiénes predestinó? A los que conoció... Y solo a esos. Esto que vemos es consistente con lo que la Palabra de Dios revela también en Efesios 1:4cuando dice: "según nos escogió en El antes de la fundación del mundo...".

No hay duda de que esta elección ocurrió antes de que el mundo comenzara, de lo contrario Efesios 1:4no tendría ningún sentido. Ahora bien, este verso de que "Dios nos escogió en El desde antes de la fundación del mundo" ha tenido dos interpretaciones: 1) La primera, la interpretación arminiana, afirma que Dios en su omnisciencia sabía de antemano quién lo escogería, y que conociendo Él que, por ejemplo, una persona le iba a escoger en el año 1983, entonces Él, desde antes de que el mundo comenzara, hizo esa elección; pero basado precisamente en que esa persona lo iba a escoger en un futuro. 2) La segunda posición es que Dios nos escogió en Él desde antes de la fundación del mundo, conociendo que nadie lo escogería. Por razones no claras, Dios sí escogió a un grupo de personas soberanamente, y lo hizo por gracia. Esta es la posición calvinista. Una pregunta importante en este sentido es si el hombre después de caer permaneció con la habilidad de escoger a Dios o si, por el contrario, el hombre al caer quedó en una condición tal que no retuvo ya la capacidad de poder escoger a Dios. Y una vez más, lo importante es lo que la Palabra revela. Romanos 3:10-12dice: "Como está escrito: NO HAY JUSTO, NI AUN UNO; NO HAY QUIEN ENTIENDA, NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS; TODOS SE HAN DESVIADO, A UNA SE HICIERON INUTILES; NO HAY QUIEN HAGA LO BUENO, NO HAY NI SIQUIERA UNO". Note cómo la Palabra de Dios claramente revela que nadie busca de Dios. Entonces, para nosotros decir que el hombre realmente permaneció con la habilidad de buscar de Dios tendríamos que pasar por alto este texto de Romanos 3.

Sabemos que en la superficie luce cómo que individuos buscan de Dios, pero mi ilustración preferida al hablar de estas cosas es la siguiente: Si usted toma a alguien que haya vivido toda su vida en la jungla, que no conozca la electricidad, y mucho menos lo que es una aspiradora, y lo coloca en una habitación donde él pueda ver a través de un cristal lo que está ocurriendo del otro lado, usted pudiera colocar esa aspiradora con basura en frente del tubo de aspiración, y ver la basura moverse en dirección el tubo. Para el que no conoce lo que es la electricidad, que no está oyendo el ruido de la aspiradora, ni sabe lo que es, él pudiera concluir que es realmente la basura que camina y busca del tubo.

En realidad, él desconoce precisamente que la basura está siendo succionada por la fuerza de la aspiradora. Así sucede en la vida: Dios, a través de una serie de circunstancias, nos va "succionando", porque ha sido su plan predeterminado desde antes de la fundación del mundo el salvar a un grupo, por razones que aún no han sido reveladas. Creemos queDeuteronomio 29:29 es bastante claro cuando dice que las cosas secretas pertenecen a Dios, pero que las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros descendientes. Eso implica que hay cosas que nosotros vamos a poder conocer y hay otras que no. La ilustración que acabamos de usar es consistente con lo que Juan 6:44 revela, cuando Cristo dice que nadie viene a Él a menos que el Padre lo atraiga. La palabra traducida ahí como atraer es en griego la palabra helkuo, y el diccionario de KITTEL dice que la palabra helkuo significa el ser atraído por una fuerza irresistible.

Es interesante ver cómo la palabrahelkuo aparece solamente en dos otras ocasiones más. La primera es en el libro de los Hechos 21:30, que dice:"Se alborotó toda la ciudad, y llegó el pueblo corriendo de todas partes; apoderándose de Pablo loarrastraron fuera del templo, y al instante cerraron las puertas". La otra ocasión cuando esa palabra aparece es en el libro de Santiago 2:6 donde nos dice: "Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os arrastran a los tribunales?". Note cómo aquí se utiliza helkuo correctamente para significar arrastrar y no simplemente traer. De manera que cuando Cristo dice "nadie puede venir a mi a menos que el Padre lo atraiga", realmente está diciendo nadie puede venir a mi a menos que el Padre lo "arrastre". Dios tiene todas las formas a su disposición para hacer esto. Habiendo dicho todo esto todavía podríamos hacernos la pregunta: ¿Qué fue realmente lo que Cristo enseñó acerca de la salvación?  Y esto es lo que Cristo enseñó:

Juan 6:44 "Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final".
Juan 6:37 "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera".
Juan 6:39 "Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final".
Juan 17:2 "Por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado".

Notemos cómo Cristo dice categóricamente: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí";  no hay forma de que el Padre le de alguien a Cristo que no venga a los pies de Cristo. Observe cómo, entonces, Juan 6:39 caracteriza cuál es la voluntad del Padre: "esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada...". Pero la condición para que nadie se pierda es que el Padre le haya dado esa persona a Cristo primero, y eso ocurrió en la eternidad pasada. Finalmente, creemos que el texto deJuan 17:2 es bien categórico cuando dice: "por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado". Él dice claramente que a pesar de que Él vino con esa autoridad sobre todo ser humano, Él vino a darle vida eterna solamente a un grupo, a todos los que el Padre le ha dado. La razón por la que he querido extenderme tanto en esta explicación es porque creo que esta doctrina de cómo vemos a Dios y cómo vemos al hombre caído tiene implicaciones monumentales a la hora de hacer ministerio.

Hemos visto a lo largo de nuestro caminar cristiano que el hombre de hoy, el hombre que ha recibido salvación de Dios, muchas veces tiene una idea agrandada y sobrevalorada de sí mismo, lo que interfiere a la hora de hacer ministerio. Bien nos diceEfesios 2:10 "somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas". Esto implica que todo cuanto vayamos a hacer en un futuro es algo que Dios ya pensó en su mente; ya lo programó y lo planificó, y las cosas serán como Él las haya predeterminado. Lo único que necesitamos hacer es caminar en esas obras. Esto pudiera lucir como que el hombre es una marioneta, pero esto no es verdad de ninguna manera, porque dentro de ese plan de acción hay una cierta libertad que el hombre disfruta, aunque al final siempre terminará haciéndose la voluntad de Dios.

Y nosotros vemos eso claramente revelado en la vida de Jonás que trató, en su "libre albedrío", de rebelarse a los planes de Dios, y terminó Dios imponiéndose por encima de su libre albedrío. Creemos que la mejor definición de libre albedrío, o mejor entendimiento de lo que el libre albedrío es, nos lo ha dado Jonathan Edwards. Él decía que si libre albedrío es la idea de que el hombre tiene la habilidad de siempre escoger aquellas cosas por las cuales él tiene mayor deseo o mayor pasión, que entonces el hombre sí tiene libre albedrío; pero que el problema es que las cosas por las cuales el hombre tiene mayor deseo y mayor pasión son las cosas del mundo o las cosas pecaminosas. Pero que si libre albedrío es que el hombre permaneció con la habilidad de escoger a Dios en su condición caída, que entonces no; ese libre albedrío no existe. Creemos que Romanos 8:6-7 es bien contundente: "6 Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; 7 ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo". Entendemos que una enorme cantidad de las malas doctrinas que vemos hoy en día son el resultado del hombre haber llegado a creer que él puede hacer mas de lo que realmente puede hacer. Ya Cristo nos dejó saber "separados de mi, nada podéis hacer". En la medida que el hombre se ha crecido, en esa misma medida ha bajado a Dios de su trono. Lo cierto es que Dios no nos necesita; Él puede hacer todo el trabajo Él solo, y lo haría mejor que nosotros. Simplemente nos ha permitido hacer el trabajo como una forma de ayudarnos a conocerle mejor y para llenarnos de propósito.

Muchas veces vemos a Dios como alguien que es soberano, pero no sobre la voluntad del hombre; y otras veces vemos al hombre como alguien que realmente puede orquestar el futuro, cuando en realidad ya Dios nos dejó ver que "la mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos" (Pr. 16:9), y nos enseña también Jeremías 10:23, "Yo sé, oh SEÑOR, que no depende del hombre su camino, ni de quien anda el dirigir sus pasos...". Somos tan incapaces que Dios es quien tiene que poner en nosotros tanto el querer como el hacer (Fil. 2:13), lo cual es consistente con el veredicto de Pablo cuando dijo: "Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no" (Ro. 7:18). Esperamos que esta breve reflexión haya podido disipar dudas, traer tranquilidad; pero sobre todo que haya contribuido a engrandecer la imagen de Dios en la mente de los lectores. 

Pastor Miguel Núñez

lunes, 24 de noviembre de 2014

Correcta Exégesis de Juan 3:16

Una de las cosas más importantes que he aprendido en el último año, es que el estudio bíblico debe llevarse a cabo pensando en el contexto de cada pasaje. Como mencioné en la entrada anterior de estos estudios, la correcta exégesis es lo que nos lleva al conocimiento adecuado del mensaje de Dios.

Ahora, el día de hoy, vamos a analizar uno de los pasajes más adulterados de la Biblia. Digo adulterados, debido a que miles de interpretaciones han sido dadas para justificar argumentos que el mismo pasaje no da a entender. El pasaje dice,

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3: 16


Dos argumentos son típicamente hechos de este pasaje. Primero, interpretan ‘mundo’ (kosmos) como que Dios ama a cada persona en el mundo. Segundo, toman ‘todo aquel’, y argumentan que depende de la persona si se salva o no. Ya Dios hizo Su parte ofreciendo el regalo de la salvación en Su Hijo, y ahora depende de nosotros si recibimos ese regalo, dirían algunos.

El análisis del día de hoy se va a basar en las palabras claves, ‘mundo’ y ‘todo aquel.’ Como dije en la entrada anterior, es importante leer el texto en el idioma original, griego koine, para poder comprender la idea del autor. En griego, el pasaje se lee de la siguiente manera,

“Οὕτως γὰρ ἠγάπησεν ὁ Θεὸς τὸνκόσμον (kosmos), ὥστε τὸν Υἱὸν τὸν μονογενῆ ἔδωκεν, ἵνα πᾶς (pas) ὁ πιστεύων εἰς Αὐτὸν μὴ ἀπόληται ἀλλ᾽ ἔχῃ ζωὴν αἰώνιον.”

“Outwv gar hgaphsen o qeov tonkosmos, wste ton uion ton monogenh edwken, ina pas o pisteuwn eiv auton mh apolhtaiall’ exh zwhn aiwnion.”

 


Para comprender primero como utiliza Juan la palabra ‘mundo’ en sus escritos debemos saber que 26 veces la usa refiriéndose a la tierra [1]; 3 veces para referirse a llos judíos y gentiles específicamente [2]; 12 veces para referirse a creyentes y no creyentes en el mundo, o toda la humanidad [3]; 3 veces para referirse al sistema mundial en particular [4]; 31 veces para referirse a los impíos, sin incluír los creyentes, el cual es el uso más común [5]; y finalmente la usa para referirse a los elegidos en 11 ocasiones [6].

Debido al uso tan variado que hace Juan de esta palabra, el correcto uso de la misma en este texto de Juan es importante, ya que si utilizamos la lógica de los Armianistas [7], el mismo sentido no lo tendría en la exégesis del verso en 1 Juan 5:19 donde dice,

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.”


Es esto cierto? Está todo el mundo bajo el control de Satanás? Entonces, si la respuesta es no, porqué los armianistas le dan ese significado a Juan 3: 16. Porqué no toman el contexto de lo que está diciendo Jesús desde que Nicodemo llegó a hablar con Él? Arthur Pink, escribió,

“Pero el que objeta viene de nuevo a Juan 3:16 y dice, ‘el mundo significa mundo.’ Cierto, pero hemos demostrado que ‘el mundo’ no quiere decir toda la humanidad. El hecho es que ‘el mundo’ es usado en una manera general. Cuando los hermanos de Cristo dijeron ‘Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.’ (Juan 7:4), es que quisieron decir que se manifestara a toda la humanidad? Cuando los fariseos dijeron ‘Mirad, el mundo se va tras él’ (Juan 12:19), quisieron decir que toda la humanidad le siguió? Cuando el apóstol escribió, ‘vuestra fe se divulga por todo el mundo.’ (Romanos 1:8), quiso decir que la fe de todos los santos de Roma fue sujeto de conversación por todos los hombres de la tierra?” [8]


Podemos hacer otras comparaciones. Por ejemplo, cuando Juan dice, “E l siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29), es que quiso decir que Cristo removió el pecado de toda la humanidad? De ser así ningún ser humano tendría pecado que pueda ser contado en su contra y por lo tanto todos tendrían vida eterna. Pero sabemos que esto no es así, pues hay muchas personas que están en el infierno. Otro ejemplo, “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” (Juan 6:33), es que Jesús le da vida a toda la humanidad? Esta vida se refiere a vida eterna. Es esto cierto, según la interpretación de los armianistas? La verdad es que no. Además en Lucas 2:1 leemos, “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.” Es que toda la humanidad tuvo que pagar impuestos a Cesar? Los mayas, los nativos americanos, los chinos, etc? De nuevo, la respuesta es no.

Lo importante es saber que dadas los múltiples usos que da Juan a la palabra ‘mundo’ en sus escritos, debemos tener cuidado y ver el contexto en el que lo utiliza para poder interpretar correctamente el pasaje. La palabra kosmos en el contexto del pasaje de Juan 3 se refiere a los creyentes, a los elegidos, y solamente a estos.

En todo el pasaje Jesús le está enseñando a Nicodemo quienes son los que son salvos. Jesús le está enseñando quienes son aquellos que tendrán el favor de Dios y serán traídos de las tinieblas a a luz. Quiénes son estos? Aquellos a quienes les haya sido dado el Espíritu Santo y que reciban de Él la regeneración de su corazón, es decir aquellos que son nacidos de nuevo (Juan 3:6). Nadie puede nacer de nuevo, fue la pregunta de Nicodemo (Juan 3:4), y Jesús le reafirma que para nacer espiritualmente se requiere de la obra del Espíritu Santo [9].

Quienes son estas personas que han nacido de nuevo? Son aquellos a los que Cristo quiere dar vida (Juan 5:21); todos aquellos que el Padre le ha dado a Cristo (Juan 6: 37); aquellos que el Padre trajere a Cristo (Juan 6: 44); las ovejas de Cristo (Juan 10: 26). Muchos armianistas dicen que Dios ama a toda la humanidad para salvación. Pero, que tal de los versos que demuestran lo contrario,

“Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.” Salmo 11:5

“Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad.” Salmo 5:5

“Si aun con esto no me oyereis, sino que procediereis conmigo en oposición, yo procederé en contra de vosotros con ira, y os castigaré aún siete veces por vuestros pecados.Y comeréis la carne de vuestros hijos, y comeréis la carne de vuestras hijas. Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará.” Levítico 26: 27-30

“Seis cosas aborrece Jehová,Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal. El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos.” Proverbios 6: 16-19


Para entender el contexto, veamos lo que dice Juan 3:18, “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” El argumento más lógico sería el siguiente,

Dios envía a Su Hijo para salvar al kosmosDios no envió a Su Hijo para juzgar al kosmosLos creyentes son salvosLos no creyentes no son salvosLos no creyentes son juzgadosDebido a que los no creyentes son juzgados y no salvos, contrario al kosmos que es salvo y no juzgado, los no creyentes no son parte del kosmos en este pasaje.

Debemos tener mucho cuidad al interpretar el pasaje como: “Dios ama a toda la humanidad y desea que todos vengan a arrepentimiento y sean salvos.” Porqué? Porque la Biblia enseña que Dios hace todo lo que a Él le place, y hace todo según Su voluntad. Si Dios desea algo, lo hace. Efesios nos dice,

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” Efesios 1:11


En el libro de Daniel Dios nos dice,

“Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” Daniel 4:35


Todo lo que Dios hace lo hace según Su voluntad. Si Él desea algo, lo hace. Es obvio que Juan 3:16 no indica entonces que Dios envió a Su Hijo para que toda la humanidad fuera salva, debido a que, como mencionamos antes, hay muchas personas en el infierno.

El teólogo genovés Francis Turretin escribió con respecto a este pasaje,

“El amor tratado en Juan 3:16 no puede ser universal hacia toda la humanidad, pero especial hacia unos pocos…porqie el fin de ese amor es la salvación de aquellos a los que persigue ese amor…Si, entonces, Dios envió a Su Hijo para ese fin, que a través de Él el mundo fuera salvo, Él debió haber fallado en su finalidad o toda la humanidad necesariamente es salva. Pero es seguro que no todo el mundo, sino solo los escogidos del mundo son salvos; por lo tanto, para ellos solamente tiene ese amor referencia” [10]


Además John Owen se refirió a la palabra ‘mundo’ de la siguiente manera,

“Primero…Ahora, este amor decimos es más grande que cualquiera. Segundo, por la palabra ‘mundo’ entendemos los elegidos de Dios únicamente, no siendo considerados como tales en este lugar, pero bajo la misma noción, siendo verdad que sirve para la mayor exaltación del amor de Dios hacia ellos, lo cual es el fin aquí designado; y esto es, porque ellos son pobres, miserables, criaturas perdidas en el mundo, no unidos a Judíos o gentiles, sino dispersados en las naciones, familias, y lenguas bajo el cielo. Tercero, “i[napa/j o` pisteu,wn” “para que todo aquel que cree” es para nosotros, y es declarativo de la intención de Dios en enviar a Su Hijo, no conteniendo ninguna distribución del mundo amado sino una dirección a la persona a la que es intencionado, que ese amor siendo una intención inalterable del más grande bien. Cuarto, “no se pierda, mas tenga vida eterna,” contiene una expresión de la meta particular de la intención de Dios; lo cual es, la salvación segura de los creyentes por Cristo. Y esto, en general, es la interpretación de las palabras a las que nos adherimos.”


Ahora, con respecto a la frase ‘todo aquel,’ les sorprenderá a muchos saber que en el griego no existe una palabra que exprese esta frase en español. La palabra usada en el texto es pas (πᾶς). Si recuerdan en el análisis de 2 Pedro 3:9, vimos que la palabra en griego significa ‘cada,’ ‘todos,’ o cuando se usa colectivamente, ‘algunos de ciertos tipos’ [12]. Literalmente el texto dice, “para que todo el uno creyendo en Él, no se perder, mas tenga vida eterna.” John Samson nos dice,

“La frase dice ‘todos’ o ‘cada’ uno de los que cree….eso es difícil de expresar en inglés, pero en esencia, está diciendo “todos los creyentes.” Eso es lo que se está comunicando. Está diciendo que no hay tal cosa como un creyente que no reciba vida eterna, y perezca.” [13].


Entonces la más correcta lectura del pasaje es, “para que todos los creyentes no se pierdan, más tengan vida eterna.” El énfasis dado en el griego no es en lo que ha sido traudcido al español como ‘todo aquel,’ sino que el énfasis está en la creencia. Aquellos que creen no obtendrán la perdición, sino la vida eterna. El problema con traducir pas como ‘todo aquel’ (además de que como dijimos antes, esa palabra NO existe en el griego), es la ambigüedad que denota. Muchos han leído el pasaje como: “cualquiera que tenga la voluntad.” Pero como dije antes, el énfasis no está en esa frase sino en creer.

Cómo sabemos esto? Por el verbo principal–Dios ha dado a Su Hijo. Dios dio a Su Hijo para el propósito que todos los creyentes no perezcan. Ese es el punto del texto de Juan 3:16. Todos los creyentes obtendrán la vida eterna y no perecerán. Qué nos dice el texto acerca de quienes son los que creerán o quienes pueden creer? Absolutamente NADA. E texto en griego no sirve para interpretar eso, sino la idea que hemos expuesto antes: los creyentes serán salvos. El texto no aborda el tema de quienes son los que creerán o podrán creer.

Sin embargo, viendo el contexto del capítulo 3 del evangelio según Juan, si vamos unos versos más atrás en Juan 3:3, Jesús dice, “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” Eso está claro, no? Jesús dice que un prerequisito, o una condición es necesaria antes de que alguién pueda entrar en el reino de Dios. Esa condición es que deben nacer de nuevo, o haber sido revividos espiritualmente. Si PRIMERO no nacemos de nuevo, NO podemos entrar.

Lo mismo enseña Jesús en el capítulo 6 de Juan. Jesús dijo, “Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el día final.” (Juan 6:44). En este pasaje debemos tener claro que aquel que es traído por el Padre al Hijo es también resucitado en el día final [14]. En Juan 6: 65 Jesús vuelve a decir, “Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le es dado del Padre.”

Por supuesto, todos aquellos que tengan fe verdadera serán salvos. Juan 3:16 claramente enseña que los que creen en Cristo no perecerán, pero la pregunta es, quién tendrá fe? Para los agustinianos desde el siglo 4 de nuestra era, hasta los reformadores, aquellos que tendrán fe son los elegidos de Dios. Como dice en Efesios 1, los que Dios eligió desde antes de la fundación del mundo para perdonar nuestros pecados a través de Cristo y darnos vida eterna.

Porqué tantas personas leen el verso diferente? Varias razones. No tienen una hermenéutica adecuada, y los lleva a una incorrecta exégesis del pasaje. El principal error es que muchos no hemos sido enseñados adecuadamente y tomamos versos al azar, sin saber el contexto en el que está hablando el pasaje. Otra razón es que la tradición ha hecho que muchas personas tengan una creencia de lo que el verso dice y entonces les es imposible ver el verdadero significado.

Hay muchas cosas más que podemos hablar de este verso, que tocaremos en futuras entradas, pero terminaremos con este análisis.

Pastor Eduardo Flores
IBRL

Entendiendo Juan 3:16

Si cuidadosamente damos un vistazo al texto y no sólo asumimos su significado, Juan 3:16 es un versículo maravilloso que no pone en peligro la verdad de la elección divina. Sin duda, es el verso más famoso de toda la Biblia. Aquí Jesús dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."

Al oír la enseñanza bíblica sobre el tema de la elección divina, algunos buscan refugio inmediato en este texto tradicional y con una falta de comprensión bíblica de este versículo, dicen: 

"Dios no puede elegir algunos para la salvación porque Juan 3:16 dice que Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo para que todo aquel que cree en Cristo tiene la vida eterna. Por lo tanto, Dios ha hecho su parte en el ofrecimiento del don de la salvación en su Hijo y simplemente lo deja a nosotros para recibir el regalo a través de la fe. Amen. Caso cerrado.”

O eso es lo que podría parecer ... Aunque se trata de una tradición muy común, y una que yo mismo mantuve por durante muchos años, hay que señalar que, a pesar del énfasis realizado por muchas personas aquí en la palabra "cualquiera", el texto en realidad no discute quién tiene o quien no tiene la capacidad de creer. 

Para la comprensión de un texto en el Nuevo Testamento, tenemos que comprobar el idioma original en que fue escrito, es decir, el griego koiné.

οὕτως γὰρ ἠγάπησεν ὁ θεὸς τὸν κόσμον, ὥστε τὸν υἱὸν τὸν μονογενῆ ἔδωκεν
outos     gao    egapesen  o theos   ton  kosmn  hoste   ton     uion  ton      monogene       edoken
asi     porque     amo   el   Dios    el     mundo   que   el hijo     el     único engendrado    dio

ἵνα    πᾶς   ὁ   πιστεύων  εἰς   αὐτὸν  μὴ  ἀπόληται ἀλλ’ ἔχῃ ζωὴν αἰώνιον.
Hina  pas    o   pisteon      eis     auton  me   apoletai all eche zoen aionion
Que   cada  quien crea en el no pueda perecer pero pueda tener eterna vida

 Puede venir como una sorpresa al saber que en el griego original de Juan 3:16, no hay una palabra que corresponde a nuestra palabra en Español "que todo aquel que crea." La palabra "quien" está expresando una frase en griego que es difícil de expresar con suavidad en el Español.

Literalmente, el texto dice: "para que todo, el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna"
Dice que “todo el que cree." Es difícil expresar en Español, pero en esencia, está diciendo "todos los creyentes." Eso es lo que se comunica. Es decir que no hay tal cosa como una creencia que no recibe la vida eterna, sino que perece. 

Aunque nuestra traducción en español dice "el que cree " la traducción literal es exactamente traducido como "todo creyente" y el énfasis no está en absoluto en el "todo aquel", sino en la “creencia.” Los creyentes no tendrán una consecuencia excepto el que:  “Ellos no se perderan sino que tendran vida eterna.”
¿Por qué? Debido al verbo principal - porque Dios dio a su Hijo. Dios dio a su Hijo con el proposito que (griego: hina) cada creyente no se pierda, sino que cada uno debe creer que tenga vida eterna.

El texto (Juan 3:16) en realidad habla de una limitación, de un determinada redención en vez de una redención universal, claramente, no todos serán salvos, pero sólo los que creen en Cristo. El Padre dio a su Hijo con el fin de que aquellos que creen tengan vida eterna. El Hijo nos es dado para que los creyentes no se pierdan, sino todo lo contrario a eso, tengan vida eterna. Ese es el propósito de la entrega.
Entonces, ¿qué Juan 3:16 enseña es:

TODOS los que hacen A (creer en Él)
no B (se pierden)
pero tendrán C (la vida eterna)

¿Qué nos dice este texto acerca de quién va a creer o que creen que pueden?

La respuesta es: absolutamente nada! El texto no aborda la cuestión de quién va a creer, o quien PUEDE creer.

Sin embargo, si usted quiere conocer la opinión de Juan sobre quién puede ejercer la fe, el responde esa pregunta - no sólo en este texto. Si nos remontamos unos versículos del capítulo de Juan 3:3, Juan cita a Jesús diciendo "que el que no naciere de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios." Eso está claro ¿no?
Jesús dijo que un pre-requisito, una condición necesaria, que debe cumplirse antes de que alguien puede entrar en el reino de Dios es que hayan nacido de nuevo. Entramos en el reino de Dios mediante la fe, pero para poder entrar en el reino, primero tenemos que nacer de nuevo, o hechos vivos espiritualmente. Si no nacemos de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios.

Este mismo problema es, sin duda abordado por Jesús mas adelante 3 capítulos más, en Juan 6:44, cuando dijo: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero." (hay que señalar que el atraido por el Padre para el Hijo es también resucitado en el último día de la vida eterna). (Juan 6:39, 40). En Juan 6:65, Jesús dijo: "Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre."

Por supuesto, todos los que ejercen fe verdadera sin duda, será salvos. Juan 3:16 enseña claramente que cualquiera que crea en Cristo, no se pierda, mas tenga vida eterna. Pero lo que tenemos que preguntar es 
"¿Quién va a tener fe?"

El punto de vista Biblico y Reformado es que sólo los elegidos serán llevados a la fe. Nadie puede venir a Cristo a menos que Dios haga algo para que esa persona que vendrá.

Entonces, ¿por qué la gente se confunde con lo que Juan 3:16 enseña o leen lo que no es en realidad en el texto( eisegesis)?

Eso es fácil. Es debido a lo que han escuchado Juan 3:16 utilizar una y otra y otra vez. Tienen una noción arraigada, preconcebida de lo que el verso dice, y no cuestionan esta hipótesis y leen el texto como lo que realmente dice. Es una tradición y si se atreven a cuestionar, pueden ser acusadon de cuestionar la palabra de Dios, en lugar de su tradicional interpretación de la palabra de Dios, y que puede crear una gran cantidad de emoción.

Este texto, por supuesto, es sólo un ejemplo de los muchos que podrían citarse, pero sí nos muestra lo poderoso que nuestras tradiciones pueden ser. Tenemos que exponer continuamente nuestras tradiciones a la luz de la Palabra de Dios. Si pueden ser confirmados por el estudio detallado del texto de la Escritura, podemos estar seguros de que las tradiciones son válidos.  Si no, entonces tenemos que prescindir de ellos. Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso ... incluso si el "hombre" se refiere a nuestras propias creencias firmemente sostenidas, pero no el testimonio de la Escritura misma.
Caesar Arévalo

Qué es un Cristiano bíblico ?

Hay muchos asuntos respecto a los cuales la ignorancia total y la indiferencia completa no son trágicas ni fatales. Estoy seguro de que hay pocos de nosotros que pueden explicar todos los procesos por los que una vaca color café come hierba verde y produce leche blanca—¡pero aún así podemos disfrutar de la leche! Muchos de nosotros ignoramos completamente la teoría de relatividad de Einstein, y si se nos pide que la expliquemos estaríamos realmente en dificultades. Pero no sólo ignoramos la teoría de Einstein, sino que también la mayoría de nosotros somos bastante indiferentes a ella, y sin embargo nuestra ignorancia e indiferencia no son trágicas ni fatales.

No obstante, hay otros asuntos respecto a los cuales la ignorancia y la indiferencia son tanto trágicas como fatales. Uno de ellos es la respuesta a la pregunta: “¿Qué es un cristiano bíblico?” En otras palabras, ¿cuándo tiene un hombre o una mujer el derecho, según las Escrituras, de llamarse “cristiano”?

Uno no puede asumir ligeramente que él o ella es un verdadero cristiano. Una conclusión falsa sobre esto es trágica y fatal. Es por esto que quiero presentarles cuatro aspectos de la respuesta que la Biblia ofrece a la pregunta: “¿Qué es un cristiano bíblico?”

1) De acuerdo a la Biblia, un cristiano  bíblico  es una persona que ha enfrentado auténticamente el problema de su propio pecado.

Una de las muchas cosas que distingue la fe cristiana de las otras religiones del mundo es que el cristianismo es esencial y fundamentalmente una religión de pecadores. Cuando el ángel le anunció a José el nacimiento venidero de Jesucristo, lo hizo con las siguientes palabras: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). El apóstol Pablo escribió en 1Timoteo 1:15: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” El Señor Jesucristo mismo dijo en Lucas 5:31-32: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” Un cristiano es uno que ha enfrentado auténticamente el problema de su propio pecado.

Cuando nos dirigimos a las Escrituras, hallamos que cada uno de nosotros tiene un problema personal doble con respecto al pecado. Por un lado, tenemos el problema de un expediente o archivo malo; y por el otro, el problema de un corazón malo. Si comenzamos en Génesis 3 con el trágico relato de la rebelión del hombre contra Dios y su caída, y luego rastreamos la doctrina bíblica del pecado hasta el libro de Apocalipsis, veremos que no es una simplificación excesiva decir que todo lo que la Biblia enseña acerca de la doctrina del pecado se puede reducir a estas dos categorías fundamentales—el problema de un expediente malo y el problema de un corazón malo.

¿A qué me refiero con “el problema de un expediente o archivo malo”? Estoy utilizando esta terminología para describir los que las Escrituras nos presentan como la doctrina de la culpa humana debida al pecado. Las Escrituras nos dicen con claridad que obtuvimos un expediente malo mucho antes que nosotros existiéramos en la tierra: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

¿Cuándo pecaron “todos”? Todos nosotros pecamos en Adán. El fue señalado por Dios para representar a toda la raza humana. Cuando él pecó, nosotros pecamos en él y caímos con él en su primera transgresión. Es por esto que el apóstol Pablo escribe en 1Corintios 15:22: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” El hombre fue creado sin pecado en el huerto de Edén; pero desde el momento en que Adán pecó, nosotros también fuimos acusados con culpa. Caímos en él en su primera transgresión y somos parte de una raza que se encuentra bajo condenación.

Más aún, las Escrituras enseñan que después que nacemos nuestras transgresiones personales acarrean culpa adicional. La Palabra de Dios enseña que “ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Eclesiastés 7:20); cada pecado cometido incurre en culpa adicional. Nuestro expediente en los cielos está echado a perder. El Dios Todopoderoso juzga la totalidad de nuestra experiencia humana por un criterio que es absolutamente inflexible. Este criterio toca no sólo nuestras obras externas, sino también nuestros pensamientos y las inclinaciones de nuestro corazón, de tal manera que el Señor Jesús dijo que el albergar ira injusta es la esencia misma del asesinato, y la mirada con intención lujuriosa es adulterio (Mateo 5: 22,28).

Dios está guardando un expediente detallado. Ese expediente se encuentra entre “los libros” que serán abiertos en el día del juicio (Apocalipsis 20:12). En esos libros están registrados todos los pensamientos, inclinaciones, intenciones, obras y aspectos de la experiencia humana que sean contrarios al criterio de la ley santa de Dios, ya sea por quedarnos cortos al mismo o por transgredirlo. Tenemos el problema de un expediente malo—según tal expediente nosotros somos culpables. Somos en verdad culpables de pecados reales cometidos en contra del Dios vivo y verdadero. Es por está razón que las Escrituras nos dicen que toda la raza humana es culpable delante del Dios Todopoderoso (Romanos 3:19).

¿Alguna vez se ha convertido el problema de tu propio expediente malo en una preocupación apremiante y urgente? ¿ Has enfrentado la verdad de que el Dios Todopoderoso te juzgó culpable cuando tu padre Adán pecó, y que te considera culpable de cada palabra que has hablado contraria a la santidad, justicia y pureza perfecta? El conoce todo objeto que has tocado y tomado contrario a la santidad de la propiedad. El conoce cada palabra pronunciada en contra de la verdad perfecta y absoluta. ¿ Alguna vez te ha quebrantado esto, de tal manera que has reconocido el hecho de que el Dios Todopoderoso tiene todo el derecho de llamarte a su presencia y requerir que le des cuenta de cada acción contraria a su ley que ha traído culpa a tu alma?

Pero el problema de un expediente malo no es nuestro único problema. Tenemos un problema adicional—el problema de un corazón malo. La Biblia enseña que el problema de nuestro pecado surge no solamente de lo que hemos hecho, sino también de lo que somos. Cuando Adán pecó, él no sólo se hizo culpable delante de Dios, sino que también se contaminó y corrompió en su naturaleza.

Esta contaminación se describe en Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jesús la describe en Marcos 7:21: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos”; y luego El menciona los diversos pecados que pueden verse en cualquier periódico a diario—asesinato, adulterio, blasfemia, orgullo. Jesús dijo que estas cosas proceden de una fuente viva de corrupción, el corazón humano. Nota cuidadosamente que El no dijo: “Porque de fuera, por la presión de la sociedad y sus influencias negativas, viene el asesinato, el adulterio, el orgullo y el hurto.” Esto es lo que los llamados sociólogos expertos nos dicen. Ellos afirman que es “la condición de la sociedad” lo que produce el crimen y la rebelión; Jesús dice que es la condición del corazón humano.

Cada uno de nosotros tiene por naturaleza un corazón que las Escrituras describen como “perverso”, una fuente de todas las formas de iniquidad. Romanos 8:7 afirma: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.” Pablo no dice que los designios de la carne, es decir, los designios de una mente que nunca ha sido regenerada por Dios, tienen algo de enemistad; él los llama enemistad. “Los designios de la carne son enemistad contra Dios.” La disposición natural de cada corazón humano puede ilustrarse como un puño alzado contra el Dios vivo. Este es el problema interno de un corazón malo—un corazón que ama el pecado, un corazón que es la fuente del pecado, un corazón que es enemistad contra Dios.

¿Alguna vez se ha convertido el problema de tu corazón malo en una apremiante preocupación personal para ti? No estoy preguntando si crees o no en la pecaminosidad humana en teoría. Tú puedes estar de acuerdo en que hay tales cosas como una naturaleza y un corazón pecaminosos. Mi pregunta es: ¿alguna vez han venido a ser tu expediente y tu corazón malos asuntos de profunda, interna y apremiante preocupación para ti? ¿Has conocido lo que es una conciencia real, personal e interna del horror de tu culpa en la presencia de un Dios santo? ¿Has visto el carácter espantoso de un corazón que es “engañoso...más que todas las cosas, y perverso”?

Un cristiano bíblico es una persona que ha tomado en serio su problema personal del pecado. El grado en que podemos sentir el terrible peso del pecado difiere de una persona a otra. El tiempo que toma que una persona sea llevada a concientizarse de su expediente y corazón malos, varía. Hay muchas variables, pero Jesucristo, como el gran Médico, nunca ha traído su virtud sanadora sobre alguien que no reconozca a sí mismo pecador. El dijo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento (Mateo 9: 13). ¿Eres tú un cristiano bíblico—uno que ha tomado en serio su propio problema del pecado?

2) Un cristiano bíblico es aquel que ha considerado seriamente el único remedio divino para el pecado.

En la Biblia se nos dice una y otra vez que el Dios Todopoderoso ha tomado la iniciativa de hacer algo por el hombre, el pecador. Los versículos que algunos de nosotros aprendimos en nuestra juventud enfatizan la iniciativa de Dios en proveer un remedio para la pecaminosidad del hombre: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”; “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”; “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó” (Juan 3:16; 1 Juan 4: 10; Efesios 2:4).

Un aspecto único de la fe cristiana es que ésta no es un esquema religioso de auto-ayuda en el que te arreglas a ti mismo con la ayuda de Dios. De la misma manera como uno de los principios exclusivos de la fe cristiana es que Cristo es el único Salvador de pecadores, así también es un principio exclusivo de la fe cristiana que toda nuestra ayuda viene de arriba y nos encuentra donde estamos. No podemos levantarnos a nosotros mismos por las orejas; en misericordia, Dios interviene en la situación humana y hace algo que nunca hubiéramos podido hacer por nosotros mismos.

Cuando vamos a las Escrituras, hallamos que el remedio divino tiene por los menos tres simples pero profundamente maravillosos puntos focales:

a) En primer lugar, el remedio de Dios para el pecado está unido a una persona. Cualquiera que comience a tomar en serio el remedio divino para la pecaminosidad humana notará en las Escrituras que el remedio no se encuentra en un conjunto de ideas, como si fuera simplemente otra filosofía, ni se encuentra en una institución, sino que está unido a una persona: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito”; “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Juan 3:16; Mateo 1:21). Jesús mismo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14: 6).

El remedio divino para el pecado está unido a una persona, y esa persona no es otra que nuestro Señor Jesucristo—el Verbo eterno que se hizo hombre, uniendo una naturaleza humana real, a su naturaleza divina. Aquí está la provisión de Dios para el hombre con su expediente y corazón malos: un Salvador que es tanto Dios como hombre, con las dos naturalezas unidas en una persona para siempre. Si tu problema personal del pecado ha de ser remediado de una manera bíblica, será remediado únicamente teniendo tratos personales con la persona de Jesucristo. Tal es un aspecto único de la fe cristiana: el pecador en toda su necesidad, unido al Salvador en toda la plenitud de su gracia; el pecador en su miserable necesidad, y el Salvador en su poder omnipotente, unidos directamente en el evangelio. ¡Tal realidad es la gloria de las buenas nuevas de Dios para los pecadores¡

b) En segundo lugar, el remedio de Dios para el pecado está centrado en la cruz sobre la cual Jesucristo murió. Cuando vamos a las Escrituras hallamos que el remedio divino está centrado de manera exclusiva en la cruz de Jesucristo. Cuando Juan el Bautista señala a Jesús haciendo uso de la imagen del Antiguo Testamento del cordero sacrificial, él dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Jesús mismo dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20: 28).

La verdadera predicación del evangelio está tan centrada en la cruz que Pablo le llama la palabra o mensaje de la cruz. La predicación de la cruz es “locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1Corintios 1:18). Cuando Pablo fue a Corinto—un centro de intelectualismo y filosofía griega pagana—él no siguió sus patrones prescritos de retórica, sino que dijo que se había propuesto “no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2).

No se debe pensar de la cruz como una idea abstracta o un símbolo religioso; el significado de la cruz es lo que Dios declara que significa. La cruz fue el lugar en el que Dios, por imputación, apiló los pecados de su pueblo sobre su Hijo. En la cruz la maldición fue cargada sustitutivamente. Usando el lenguaje del apóstol Pablo: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gálatas 3: 13), y “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5: 21).

La cruz no es un símbolo nebuloso e indefinible de amor desprendido; por el contrario, la cruz es el despliegue monumental de cómo Dios puede ser justo y aún perdonar pecadores culpables. Dios, habiendo imputado los pecados de su pueblo a Cristo en la cruz, pronuncia juicio sobre su Hijo como el representante de su pueblo. Allí en la cruz, Dios derrama las copas de su ira sin misericordia hasta que su Hijo clama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Salmo 22:1; Mateo 27: 46).

En el Calvario, Dios está mostrando en el mundo visible lo que está ocurriendo en el mundo invisible y espiritual. El cubre los cielos con oscuridad total para dar a conocer a toda la humanidad que está sumergiendo a su Hijo en las tinieblas de afuera, en el infierno que tus pecados y los míos merecen. Jesús queda suspendido en la cruz con la postura de un criminal culpable; la sociedad sólo tiene un veredicto para él: “Fuera con éste”—“Crucifícale”—“Entréguenle a la muerte”—y Dios no interviene. Dios está demostrando en el teatro de lo que los hombres pueden ver, lo que El está haciendo en el reino de lo que no pueden ver. El está tratando a su Hijo como un criminal. Está haciendo a su Hijo sentir en las profundidades de su alma toda la furia de la ira que estaba dirigida a nosotros.

c) En tercer lugar, el remedio de Dios para el pecado es adecuado para todos los hombres, y se ofrece a todos los hombres sin discriminación. Antes de nosotros tener conciencia alguna de nuestro pecado, es muy fácil pensar que Dios puede perdonar pecadores. Pero cuando tú y yo comenzamos a tener idea de todo lo que el pecado es, nuestros pensamientos cambian. Nos vemos a nosotros mismos como pequeños gusanos del polvo, criaturas cuya vida y aliento mismo, están sostenidos en las manos de Dios, en quien “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).

Empezamos a tomar en serio el que nos atrevimos a desafiar al Dios que encerró a ángeles en tinieblas eternas cuando se rebelaron contra El. Confesamos que este Dios santo ve las efusiones de nuestros corazones humanos horribles y corruptos. Entonces decimos: “Oh Dios, ¿cómo puedes Tú ser algo más que justo? Si me das lo que mis pecados merecen, ¡no hay para mí otra cosa que ira y juicio! ¿Cómo puedes perdonarme y seguir siendo justo?¿Cómo puedes ser un Dios de justicia y hacer otra cosa que no sea confinarme a castigo eterno con esos ángeles que se rebelaron?”

Cuando empezamos a sentir la realidad de nuestro pecado, el perdón se convierte en el problema más difícil con el cual nuestra mente ha tenido que luchar. Es entonces que necesitamos conocer que en una persona, y tal persona crucificada, Dios ha provisto el remedio adecuado para todos los hombres, el cual es ofrecido a todos los hombres sin discriminación.

Si fueran dadas condiciones para la disponibilidad de Cristo entonces diríamos: “Seguramente yo no satisfago tales condiciones; de seguro que no califico.” La maravilla de la provisión de Dios es que viene con estos términos y sin trabas: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche (Isaías 55:1); “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).

¡Contempla la belleza de la libre oferta de misericordia en Jesucristo! No necesitamos que Dios venga de los cielos y nos diga que nosotros, por nombre, tenemos libertad de venir; tenemos una oferta de misericordia libre de trabas en las palabras de su propio Hijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

3) Un cristiano bíblico es aquel que se ha conformado de todo corazón a las condiciones para obtener la provisión de Dios para el pecado.

Las  condiciones divinas son dos: arrepiéntete y cree. Acerca de los inicios del ministerio de Jesús encontramos lo siguiente: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Marcos 1:14-15). Después de su resurrección, Jesús le dijo a sus discípulos “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24: 47). El apóstol Pablo testificó “a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21).

¿Cuáles son las condiciones divinas para obtener la provisión divina? Debemos arrepentirnos y debemos creer. Aunque sea necesario discutir éstos como conceptos separados, no debemos pensar que el arrepentimiento está siempre divorciado de la fe o que la fe está siempre divorciada del arrepentimiento. La verdadera fe está permeada de arrepentimiento, y el verdadero arrepentimiento está permeado de fe. Los dos están interconectados entre sí de tal manera que, donde quiera que haya una verdadera apropiación de la provisión divina, hallarás un penitente con fe y un creyente arrepentido.

¿Qué es el arrepentimiento? La definición del Catecismo Menor de Westminster es excelente: “El arrepentimiento para vida es una gracia salvadora, por la cual un pecador, con un verdadero sentimiento de su pecado, y comprendiendo la misericordia de Dios en Cristo, con dolor y aborrecimiento de su pecado, se aparta del mismo para ir a Dios, con pleno propósito y esfuerzo para una nueva obediencia.”

El arrepentimiento es el hijo pródigo volviendo en sí en un país lejano. En lugar de permanecer en casa bajo el gobierno de su padre, le pidió tempranamente su herencia a su padre y se fue a un país lejano, donde ésta fue desperdiciada. Reducido a la miseria por sus pecados, volvió en sí y dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15:17-19).

Cuando el hijo pródigo reconoció su pecado, él no se sentó y pensó sobre el asunto, ni escribió una poesía sobre ello o envió telegramas a su padre. La Escritura dice que “levantándose, vino a su padre” (v.20). Dejó a aquellos compañeros que fueron sus amigos en el pecado; aborreció todo lo que perteneció a ese estilo de vida y le volvió la espalda. ¿Y qué le atrajo de nuevo a casa? Fue la confianza en que había un padre misericordioso con un gran corazón y con un gobierno justo para su hogar feliz y amoroso. El no escribió diciendo: “Padre, las cosas se me están poniendo difíciles aquí; mi conciencia me está atacando por las noches. ¿Por qué no me envías dinero para ayudarme o vienes a visitarme para hacerme sentir bien?” ¡De ninguna manera! El no necesitaba simplemente sentirse bien; necesitaba él mismo venir a ser bueno. Por ello dejó aquel país lejano.

Fue una bella pincelada en el cuadro de nuestro Señor cuando El dijo: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (v.20). El hijo pródigo no vino orgulloso hacia su padre, hablando acerca del tomar la decisión de regresar a casa.

Hoy nos encontramos con la idea de que las personas pueden “pasar al frente”, hacer una pequeña oración y hacerle un favor a Dios tomando una decisión. Esto no tiene nada que ver con la verdadera conversión. El verdadero arrepentimiento involucra el reconocimiento de que he pecado contra el Dios del cielo, Aquel que es grande y misericordioso, santo y amoroso, y que no soy digno se ser llamado su hijo. No obstante, en el momento en que estoy preparado para dejar mi pecado y darle la espalda, dispuesto a regresar humildemente, preguntándome si habrá alguna misericordia para mí, entonces, ¡maravilla de maravillas!—el Padre me encuentra, me echa sus brazos de amor reconciliador y misericordia. Y aclaro, esto lo hace no de una manera sentimental, sino que El cubre a los pecadores penitentes con amor perdonador y redentor.

Pero el padre no echó sus brazos alrededor del cuello del hijo pródigo cuando éste todavía estaba atendiendo cerdos  y en los brazos de rameras. ¿ Estoy hablando a algunos cuyos corazones están casados con el mundo y que aman los caminos del mundo? Quizás tú muestras quién eres en realidad con tu vida personal, o en tu relación con tus padres, o en tu vida social, en la cual tomas tan ligeramente la santidad del cuerpo.

Quizás algunos de ustedes están involucrados en fornicación, o en tocarse los unos a los otros, o en mirar aquello en la televisión y en el cine que alimenta sus pasiones, y sin embargo invocan el nombre de Cristo. Vives con un hato de cerdos y luego el domingo vas a la casa de Dios. ¡Qué vergüenza! Deja la hacienda de los cerdos y tus guaridas de pecado. Abandona tus prácticas y hábitos de indulgencia carnal. El arrepentimiento es estar lo suficientemente dolido como para dejar tu pecado. Nunca conocerás la misericordia perdonadora de Dios mientras estés casado a tus pecados.

El arrepentimiento es el divorcio del alma del pecado, pero siempre estará unido a la fe. ¿Qué es la fe? La fe es echar el alma sobre Cristo tal y como El es ofrecido en el evangelio. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). La fe es comparada con el beber de Cristo, porque en mi sed del alma yo bebo de El. La fe es comparada con el mirar a Cristo, el seguir a Cristo y el huir a Cristo. La Biblia usa muchas analogías, y el resumen de todas ellas es éste: en la miseria de mi necesidad me lanzo sobre el Salvador, confiando en El para que sea todo lo que ha prometido ser a pecadores necesitados.

La fe no lleva nada a Cristo, sino sólo una mano vacía que toma a Cristo y todo lo que hay en El. ¿Qué hay en Cristo? ¡Pleno perdón de todos mis pecados! Su obediencia perfecta es puesta a mi cuenta. Su muerte es tomada como la mía. En El se encuentra el don del Espíritu. La adopción, la santificación y finalmente la glorificación están todas en El; y la fe, al tomar a Cristo, recibe todo lo que está en El. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30).

¿Qué es un cristiano bíblico? Un cristiano bíblico es aquel que ha obedecido de todo corazón las condiciones para obtener la provisión divina para el pecado. Esas condiciones son el arrepentimiento y la fe. Me gusta pensar en ellas como la bisagra sobre la que se mueve la puerta de la salvación. La bisagra tiene dos placas, una está atornillada a la puerta, y la otra lo está al marco de la puerta. Estas están unidas entre sí por un perno, y sobre esta bisagra la puerta gira. Cristo es la puerta, pero ninguno entra a través de El si no se arrepiente y cree.

No hay bisagra hecha exclusivamente de arrepentimiento. El arrepentimiento que no está unido a la fe es un arrepentimiento legalista. Termina en ti mismo y tu pecado. De la misma manera, no hay verdadera bisagra hecha exclusivamente de fe. Una fe confesada que no esté unida al arrepentimiento es una fe espuria, porque la verdadera fe es una fe en Cristo para salvarme no en le pecado, sino del pecado. El arrepentimiento y la fe son inseparables, y “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Se nombra a los incrédulos entre aquellos que “tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).

4) Un cristiano bíblico es una persona que manifiesta en su vida que sus declaraciones de arrepentimiento y fe son reales

Pablo predicó que los hombre debían arrepentirse y volverse a Dios haciendo obras dignas de arrepentimiento (Hechos 26:20). Dios se propuso que haya tales obras: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2: 8-10).

Pablo dice en Gálatas que la fe obra a través del amor. Donde haya verdadera fe en Cristo, el amor genuino a Cristo será implantado. Y donde haya amor a Cristo, allí habrá obediencia a Cristo. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama... El que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:21-24). Somos salvos confiando en Cristo, no por amarle y obedecerle; pero una confianza que no produzca amor y obediencia no es verdadera fe salvadora.

La verdadera fe obra por el amor, y lo que el amor produce no es la habilidad de sentarse en una noche estrellada y escribir poesía acerca de lo excitante de ser un cristiano. La fe verdadera trabaja moviéndote a regresar a tu hogar y a obedecer a tus padres, guiándote a amar a tu cónyuge y a los hijos como la Biblia te dice que lo hagas, a regresar a tu escuela o trabajo adoptando una actitud firme por la verdad y la justicia en contra de toda la presión de tus compañeros.

La fe verdadera te hace estar dispuesto a ser tomado como un tonto o loco—dispuesto a ser considerado anticuado o fuera de moda—porque crees que hay criterios morales y éticos que son eternos e inmutables. Estás dispuesto a creer en la castidad y la santidad de la vida humana, y a permanecer firme contra el sexo prematrimonial y el asesinato de los bebés en el vientre de sus madres. Porque Jesús dijo: “el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8:38).

¿Qué es un cristiano bíblico? No es uno que simplemente dice: “Oh, sí, yo sé que soy pecador, con un expediente y un corazón malos. Sé que la provisión de Dios para los pecadores se halla en Cristo y en su cruz, y que es adecuado y ofrecido libremente a todos. Yo sé que viene a todos los que se arrepienten y creen.” Eso no es suficiente.

¿Te has TU arrepentido y creído? Y si profesas arrepentimiento y fe, ¿puedes hacer que esa profesión sea comprobada—por una vida de propósito y esfuerzo para la obediencia a Jesucristo?

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7: 21). En Hebreos 5:9 leemos: “Vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.” 1 Juan 2:4 declara: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él.”

¿Puedes hacer que tu pretensión de ser cristiano se compruebe con la Biblia? ¿Manifiesta tu vida los frutos del arrepentimiento y la fe? ¿Posees una vida de unión a Cristo, obediencia a Cristo y confesión de Cristo? ¿Está tu conducta marcada por adherencia a los caminos de Cristo? No de manera perfecta—¡no! Cada día debes orar: “Perdóname mis transgresiones, como perdono a aquellos que pecan contra mí.” Pero al mismo tiempo puedes también orar: “Porque para mí el vivir el Cristo” o, en las palabras del himno:

 Jesús, mi cruz he tomado

Para dejarlo todo y seguirte a ti

 Un verdadero cristiano sigue a Jesús. ¿Cuántos de nosotros somos cristianos bíblicos y verdaderos? Te dejo a ti que respondas en las recámaras profundas de tu propia mente y corazón.

Pero recuerda, responde con aquella respuesta con la que estarás dispuesto a vivir por toda la eternidad. No te conformes con ninguna otra respuesta que no sea aquella que te hallará confortable en la muerte, y seguro en el día del juicio.

Albert N.Martín