domingo, 6 de octubre de 2013
Al gusto del cliente
"La primera función de un mercadeo exitoso es dar a los
consumidores lo que quieren. Si quieren hamburguesas
más grandes, hagan más grandes sus hamburguesas.
¿Bebidas con seis sabores de frutas? Hecho.
¿Minifurgonetas con diez portavasos? Póngales veinte. Hay
que mantener satisfecho al cliente. Hay que modificar el
producto y su mensaje para que se supla sus necesidades
si quiere establecer mercado y mantener a raya a la
competencia.
Hoy día, esta misma mentalidad consumista ha invadido al
cristianismo. ¿Dicen que el culto de la iglesia es
demasiado largo? Pues acortémoslo (cierto pastor
garantiza que sus sermones ¡nunca duran más de siete
minutos!) ¿Demasiado formal? Vístase con ropa deportiva.
¿Demasiado aburrido? ¡Espere a oír nuestra banda de
música!
Y si el mensaje es demasiado agresivo, acusador o
exclusivista, que asusta, que es increíble, difícil de
entender, o demasiado lo que sea para su gusto, hay
iglesias por todas partes que están ansiosas de ajustar ese
mensaje para que usted se sienta más cómodo. En esta
nueva versión del cristianismo usted es socio del equipo,
diseñador de la vida de la iglesia, y se deja por fuera toda
autoridad anticuada, los sentimientos de culpabilidad, la
responsabilidad y los absolutos morales.
Una iglesia envió hace poco una circular prometiendo
‘atmósfera informal y reposada con buena música de
nuestra banda’, y los que asistan, ‘aunque usted no lo
crea, se divertirán’. Esto sería excelente si se tratase de un
café o algo por el estilo, pero quienquiera que pretenda
llamar a las personas al evangelio de Jesús con tales
cosas como prioridades, las llama a una mentira.
Es cristianismo para consumidores: cristianismo ligero,
redirección, cristianismo diluido e interpretación errónea
del evangelio bíblico, en un intento por hacerlo más
digerible y popular […] Pero esa ligereza jamás le llenará
con el evangelio verdadero y salvador de Jesucristo,
porque está diseñado por el hombre y no por Dios, y es
vacío y no sirve para nada. A decir verdad, es peor que
inútil, porque los que oyen el mensaje del cristianismo
ligero piensan que están oyendo el evangelio y creen que
están siendo rescatados del castigo eterno, cuando en
verdad están siendo trágicamente descarriados.
El verdadero evangelio es un llamado a negarse a uno
mismo. No es un llamado a la autorrealización. Eso lo pone
contra la proclamación contemporánea del evangelio, en la
que los ministros ven a Jesús como un genio utilitario. Uno
frota la lámpara, Cristo sale y le dice que puede tener lo
que se le antoje; uno le da la lista y él lo cumple.
[…]
Algunos que forman parte del evangelicalismo le dirán que
Jesús solo quiere que a usted le vaya bien, y que si no le
va bien es porque usted no ha presentado su boleto de
lotería espiritual. Si no es rico, es porque no lo ha
reclamado. Jesús quiere que usted esté libre de deudas, y
si manda a los televangelistas suficiente dinero, ese acto
de fe lo libertará del demonio de la deuda. Su salvación por
medio de Cristo es garantía de salud, riqueza, prosperidad
y felicidad.
Los evangélicos que se adhieren a la psicología
antropocéntrica (centrada en el ser humano) le dicen que
Jesús le da paz, que Jesús le da alegría, que Jesús le hace
mejor vendedor y también que Jesús le ayuda a lograr más
jonrones. Jesús realmente quiere que usted se sienta muy
bien con respecto a usted mismo. Quiere elevar su propia
imagen. Quiere poner fin a su pensamiento negativo.
[…] Discúlpenme si no me uno. No puedo pensar en ningún
plan con el que menos quisiera asociarme.
En esta nueva reforma de la autoestima, lo primero que se
exige es bajar a Dios de su lugar supremamente elevado
para así uno poder elevarse y reemplazar la teología que
exalta a Dios con una psicología de la autoestima que
exalta al hombre. Para que esto resulte hay que alterar e
interpretar erróneamente la Biblia y el evangelio, con el fin
grandioso de hacer que las personas se sientan bien en
cuanto a sí mismas, para que así puedan cumplir sus
sueños y poner en práctica sus visiones.
[…]
El cristianismo, en las manos de algunos dirigentes de
iglesias que se acomodan al que busca, se ha convertido
en un movimiento de ‘logre lo que quiera’ en lugar de ser
un movimiento de ‘abandónelo todo’. Estos dirigentes han
prostituido la intención divina del evangelio. Han
reemplazado la gloria de Dios por la satisfacción del
hombre. Han canjeado el concepto de entregar por entero
nuestras vidas para el honor de Cristo por el de ser
honrados por Cristo. Como tal, nuestra sumisión a la
voluntad de Dios es reemplazada por la sumisión de Dios a
nuestra voluntad.
[…]
‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar
su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa
de mí, la hallará’ (Mateo 16.24-25). No se trata de
exaltarme a mí mismo, se trata de matarme a mí mismo. Es
la muerte del yo. Uno gana al perder; uno vive al morir. Ese
es el mensaje central del evangelio. Esa es la esencia del
discipulado.
El pasaje no menciona nada de mejorar la autoestima, de
ser rico y triunfante, de sentirse bien respecto a uno mismo
o de tener satisfechas todas las necesidades, que es lo que
muchas iglesias predican estos días a fin de dorar la
píldora de la verdad.
Así que, ¿quién tiene la razón? ¿Es el mensaje del
cristianismo de realización propia o es la negación de uno
mismo? No puede ser ambas cosas. Si es cuestión de
opinión, yo hago lo mío y usted hace lo suyo, y ambos nos
deslizamos raudos y contentos en direcciones diferentes.
Pero el cristianismo, el evangelio genuino de Jesucristo, no
es cuestión de opinión. Es cuestión de verdad. Lo que usted
quiere, lo que yo quiero o lo que cualquiera quiere no
importa. Es lo que es… por la voluntad soberana de Dios."
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