jueves, 16 de octubre de 2014

Arrepentimiento

En el Antiguo Testamento “arrepentirse”, o algún equivalente, es invariablemente la traducción de dos términos: naµh(‘lamentar, cambiar de idea’) y sûuÆb_ (en el sentido de “volverse, retornar”).

Es infrecuente el uso de naµhpara el hombre (Éxo 13:17; Job 42:6; Jer 8:6; Jer 31:19), pero se aplica regularmente a Dios, cuando a menudo se dice que Dios “se arrepiente del mal” propuesto o iniciado. Este lenguaje vigoroso proviene de la comprensión israelita de la actitud de Dios hacia el hombre en función de una relación personal. Este lenguaje no significaba, naturalmente, que Dios fuera inconstante o arbitrario sino simplemente que la relación era cambiante. En particular, cuando el hombre se aleja voluntariamente de la dirección y el cuidado de Dios descubre que la consecuencia, determinada por Dios, de su mal proceder es un mal aun mayor (Gén 6:6s; 1 S. 15 Gén 11:35; 2 Sa 24:16; Jer 18:10). Pero la persona que se arrepiente, aun a última hora, la persona que se vuelve (nuevamente) a Dios, encuentra a un Dios de misericordia y amor, y no de juicio (Jer 18:8; Jer 18:26 Gén 3:13, Gén 3:19; Jon 3:9s; en Éxo 32:12-14 y Am. 7 Gén 3:6 vemos destacada la importancia del intercesor dispuesto a presentarse delante de Dios en nombre de su pueblo). De modo que aunque no se pone en tela de juicio la firmeza del juicio de Dios en contra del pecado (Núm 23:19; 1Sa 15:29; Sal 110:4; Jer 4:28; Eze 24:14; Zac 8:14), una y otra vez se ha mostrado como un Dios benevolente, fiel a su pueblo aun cuando este le haya sido infiel; un Dios, en otras palabras, “que se arrepiente del mal” (Éxo 32:14; Deu 32:36; Jue 2:18; 1Cr 21:5; Sal 106:45; Sal 135:14; Jer 42:10; Joe 2:13s; Jon 4:2).

El llamado al arrepentimiento es, en lo que respecta al hombre, un llamado para que vuelva (sûuÆb_) a colocarse bajo la dependencia de Dios, a la que se debe por su carácter de criatura (y por el compromiso del pacto). Estos llamados eran particularmente frecuentes en los profetas preexílicos. Amó_4:6-11 muestra claramente que el mal determinado por Dios como consecuencia del pecado de Israel no es rencoroso ni vengativo, sino que más bien está destinado a hacer que Israel se arrepienta. El que hace el mal se da con un mal mayor determinado por Dios. Pero el que se arrepiente de su maldad encuentra un Dios que también se arrepienee de su mal. Una de las súplicas más elocuentes tocante al arrepentimiento aparece en Ose 6:1-3 y 14.1-2: es de una súplica en la que alternan la esperanza y la desesperanza (3.5; 5.4; 7.10), siendo particularmente conmovedor 11.1-11. Igualmente conmovedoras son las esperanzas de Isaías expresadas en el nombre de su hijo Sear-jasub (“un remanente volverá”, 7.3; véase tamb.tamb. también 10.21s; 30.15; compárese 19.22) y las súplicas de Jeremías (3.1-4.4; 8.4-7; 14.1-22; 15.15-21); en ambos casos vemos una mezcla de presagios y desesperanza (Isa 6:10; Isa 9:13; Jer 13:23).

Otras expresiones vigorosas son Deu 30:1-10; 1Re 8:33-40, 1Re 8:46-53; 2Cr 7:14; Isa 55:6-7; Eze 18:21-24, Eze 18:30-32; Eze 33:11-16; Joe 2:12-14. Véase tamb.tamb. también especialmente 1Sa 7:3; 2Re 17:13; 2Cr 15:4; 2Cr 30:6-9; Neh 1:9; Sal 78:34; Eze 14:6; Dan 9:3; Zac 1:3s; Mal 3:7. El ejemplo clásico de arrepentimiento nacional fue el que encabezó Josías (2 R. 22-23; 2 Cr. 34-35).

En el Nuevo Testamentolas voces trad.trad. traductor, traducción, traducido “arrepentimiento” son metanoeoµ y metamelomai. En griego generalmente significan “cambiar de pensamiento” y también “lamentar, sentir remordimiento” (es decir acerca de lo que se sostenía anteriormente). Encontramos esta nota de remordimiento en la parábola del publicano (Luc 18:13), probablemente en Mt. 21 Gén 29:32; Luc 27:3 y Luc 17:4 (“Me arrepiento”), y más explícitamente en 2Co 7:8-10. Pero el uso neotestamentario se ve influido en mayor medida por la voz veterotestamentaria sûuÆb_; o sea que el arrepentirse no es simplemente lamentar o cambiar de pensamiento sino hacer un vuelco completo, producir una completa y total alteración de la motivación básica y la dirección de la vida del individuo. Por ello, la mejor trad.trad. traductor, traducción, traducido de metanoeoµ es a menudo “convertirse”, o sea “volverse” (* Conversión). También nos ayuda a explicar por qué Juan el Bautista exigía el *bautismo como expresión de este arrepentimiento, no sólo para los “pecadores” evidentes sino también para los judíos “justos”: el bautismo como acto decisivo de volverse de la antigua forma de vida y entregarse a la misericordia de aquel que ha de venir (Mt. 3 Gén 2:11; Mar 1:4; Lc. 3 Gén 3:8; Hch 13:24; Hch 19:4).

El llamado de Jesús al arrepentimiento poco se menciona explícitamente en Mr. (1.15; compárese 6.12) y Mt. (4.17; 11.20s; 12.41); mientras que Lc. se encarga de destacarlo (5.32; 10.13; 11.32; 13 Gén 3:5; 15 Gén 7:10; 16.30; 17.3s; compárese 24.47). Sin embargo, otros dichos e incidentes en los tres evangelios mencionados expresan muy claramente el carácter del arrepentimiento que exigió Jesús a lo largo de todo su ministerio. Su naturaleza radical, como un vuelco y un retorno completos, se pone de manifiesto en la parábola del hijo pródigo (Luc 15:11-24). Su carácter incondicional surge de la parábola del fariseo y el publicano; el arrepentimiento significa reconocer que uno no tiene absolutamente ningún derecho ante Dios, y entregarse sin excusas o intentos de justificación a la misericordia de Dios (Luc 18:13). El acto de dar las espaldas a los valores y el estilo de vida anteriores queda evidenciado en el encuentro con el joven rico (Mar 10:17-22) y con Zaqueo (Luc 19:8). Por sobre todas las cosas, Mat 18:3 aclara muy bien que convertirse significa llegar a ser como un niño, es decir, reconocer la propia inmadurez y la incapacidad de vivir alejado de Dios, y aceptar una total dependencia de él.

El llamado al arrepentimiento (y la promesa del perdón) es un rasgo constante del relato que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos (Hch 2:38; Hch 3:19; Hch 8:22; Hch 17:30; Hch 20:21; Hch 26:20). Aquí el término metanoeoµ se complementa con epistrefoµ (‘darse vuelta, retornar’, Hch 3:19; Hch 9:35; Hch 11:21; Hch 14:15; Hch 15:19; Hch 15:26 Gén 18:20; Hch 28:27) donde metanoeoµ significa más bien alejarse (del pecado), y epistrefoµ volverse hacia (Dios) (véase especialmente Hch 3:19; Hch 26:20), aunque los dos términos pueden incluir ambos sentidos (como en Hch 11:18; 1Ts 1:9).

Según Hch 5:31 y 11.18, resulta claro que no hubo dificultad en describir el arrepentimiento como un don de Dios y al mismo tiempo como responsabilidad del hombre. Al mismo tiempo se cita varias veces Isa 6:9-10 como explicación de la razón por la cual los hombres no se convierten (Mat 13:14s; Mar 4:12; Jua 12:40; Hch 28:26s).

El autor de la Carta a los Hebreos también indica la importancia del arrepentimiento inicial (6.1), pero si bien cuestiona la posibilidad de un segundo arrepentimiento (6.4-6; 12.17), otros son aun más categóricos en su creencia de que los cristianos pueden y necesitan arrepentirse (2Co 7:9s; 2Co 12:21; Stg 5:19s; 1 Jn. 1.5-2 Jua 2:2; Ap. 2 Gén 5:16, Gén 5:21s; 3 Gén 3:19).

Hay pocas referencias adicionales al arrepentimiento en el Nuevo Testamento(Rom 2:4; 2Ti 2:25; 2Pe 3:9; Apo 9:20s; 16 Gén 9:11). No debemos dar por supuesto que el tema del arrepentimiento y el *perdón surgía invariablemente en la predicación primitiva. Pablo en particular raramente usa estos dos conceptos, y no aparecen para nada en el evangelio y las epístolas de Juan, mientras que ambos recalcan fuertemente que la vida cristiana comienza con una entrega decisiva en un acto de fe.

G. Bertram
J.J Von Allmen

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