viernes, 20 de diciembre de 2013
Reformado
Soy un Cristiano y Pastor reformado.
Pero ¿por qué ser reformado? Diré por qué yo lo soy; tal vez
ello sirva como respuesta a la pregunta más general:
(1) ¿Por qué ser reformado? ¡Porque es verdad!
En estos tiempos posmodernos en los que lo que prima es lo
que se siente, hay que decir en voz alta que si algo no es
verdad, no vale para nada. Si no es verdad, no me interesa.
Si yo creyese que el cristianismo no era verdad, no sería
cristiano, aunque el serlo me hiciera sentirme muy feliz. Y es
lo mismo con el ser reformado. Yo no era reformado; era, de
forma inconsciente pero muy clara, anti-reformado. Me
sabía todos los argumentos en contra de las ideas
reformadas, aunque fuera sin haber oído jamás la palabra
"reformado". Pero al seguir leyendo, escuchando, estudiando
y orando, llegué a conocer, a entender y a creer "las
doctrinas de la gracia", y, no sin cierta lucha, me postré ante
el Dios soberano con lágrimas de gozo. No pude resistir lo
que me parecía clarísimamente la pura verdad de la Palabra
de Dios. Decidí someter mi falta de entendimiento, mi
resistente voluntad y mi vida a partir de entonces, a lo que vi
que decía y enseñaba Dios en su Palabra.
(2) ¿Por qué ser reformado? ¡Porque exalta a Dios!
Una manera de entender la Biblia que humilla al hombre y
exalta a Dios me parece irresistiblemente convincente. No es
eso lo que el hombre por sí solo hubiera diseñado y servido;
¡es algo anti-natural! Para mí, la manera reformada de
entender la teología bíblica hace eso: humilla al hombre, y
exalta a Dios. Afirma de forma innegociable la soberanía
absoluta de Dios en todo: en la Creación; en la Providencia;
en la Salvación; en la Consumación; en todo. Y cuando el
hombre, a fin de cuentas solo un orgulloso trozo de barro, se
atreve a dirigir sus mejores argumentos contra el divino
Alfarero, se encuentra respuestas tan poco satisfactorias
como incontestables, como: "Dios lo hizo así porque quiso, y
punto"; "Dios lo hizo así para su propia gloria"; y: "¿Quién
eres tú para que alterques con Dios?"
(3) ¿Por qué ser reformado? ¡Porque exalta a Cristo!
Hay dos maneras de que se predica el evangelio: una de
ellas pretende decirnos que el Hijo de Dios encarnado no
salvó a nadie; solo hizo posible la salvación de todo el
mundo; derramó su sangre por los millones de condenados
al infierno - ¡poco consiguió su sangre en el caso de ellos!; y
presentan a un pobre Jesús que hizo todo lo que pudo, pero
que, vamos, el factor determinante no está en sus manos,
sino en las de cada muerto espiritual; y la otra manera de
predicar el evangelio es presentando a un Cristo que
realmente vino para salvar y salvó; un Cristo no impotente,
llamando al corazón del pecador, sino todopoderoso,
abriendo, vivificando, transformando el duro corazón
humano. A mí me parece que esta segunda manera de
enfocarlo exalta más al Señor Jesucristo.
(4) ¿Por qué ser reformado? ¡Porque satisface!
Estoy seguro de que un "sistema" bíblico-teológico sin
problemas y que satisfaga plenamente no existe, ni va a
existir a este lado de la gloria; y creo que todo el mundo
sabe que en la Biblia hay aparentes contradicciones,
diferencias de perspectiva y de énfasis, y tensiones entre
dos o más principios que parecen casi incompatibles. Pero
en mi experiencia, el "sistema" reformado es el que menos
problemas tiene o crea, y el que mejor explica la Biblia como
un todo.
(5) ¿Por qué ser reformado? ¡Por la nube de testigos!
Es triste, pero desde la superficial perspectiva del
cristianismo evangélico de hoy, centrado en sí mismo y con
poco interés en el pasado - o sea, en las raíces - del pueblo
de Dios, la "versión" reformada es la que parece rara,
increíble y tan minoritaria como para parecer de un sector
de la iglesia extremista, sectario y herético. Pero los que
saben por lo menos un poco sobre la historia de la iglesia,
saben que desde el gran despertar que fue la Reforma
protestante del siglo XVI y hasta muy entrado el siglo XVIII
esa "versión" reformada fue "la normal" y una que produjo
todo un ejército de predicadores, pastores, misioneros y
teólogos cuya estatura, a mi entender, todavía no se ha
superado; y todas esas otras "versiones" que hoy nos
parecen tan "normales" son relativamente jóvenes. Es más,
¡me atrevería a decir que la inmensa mayoría de los
cristianos evangélicos hoy día comparten, pero sin darse
cuenta de ello, el semi-pelagianismo de la Iglesia Católica
Romana, tan eficazmente criticado y herido de muerte por
Agustín de Hipona hace nada menos que mil seiscientos
años! De acuerdo, lo que importa es la enseñanza de la
Biblia, nuestra única fuente de autoridad absoluta, y aun la
mayoría puede estar equivocada. Pero si creemos que la
teología bíblica ha de hacerse dentro de la comunidad de la
fe, tampoco debemos descartar casi sin más a uno de los
sectores de la iglesia cristiana que a lo largo de los siglos
más ha aportado al bienestar de la iglesia y a la defensa y
proclamación del evangelio: a saber, el sector reformado.
¿Por qué ser reformado? Estas son algunas de las razones
que hay; habrá otras, y seguramente tan buenas o mejores.
Y seguramente habrá también no pocas razones para no ser
reformado, y entre estas los errores, pecados, incoherencias
y orgullo teológico de no pocos cristianos reformados. Todo
esto nos lleva hacia una doble llamada: a todos los
cristianos reformados, que examinemos y corrijamos el flaco
favor que no pocas veces hemos hecho y hacemos a nuestra
propia causa; y a todos los cristianos todavía no
reformados, que hagan un mayor esfuerzo por entender y
saber valorar en su justa medida la aportación que pueda
hacer a la causa de Cristo tanto el pensamiento como el
pueblo reformado.
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